El
país vive días muy difíciles, tanto en lo económico, político y social. Problemas hay por todas partes y
lamentablemente parece que nos estamos acostumbrando a eso. Mientras todo el
mundo piensa en lo político (por razones más que obvias), la economía sigue
aceleradamente por un precipicio: en términos reales la economía está
paralizada. Desde hace meses he advertido que estamos en condiciones muy
parecidas a la del paro del año 2002 pero sin estar oficialmente en paro.
Las
colas se han convertido en parte de la rutina del venezolano y el racionamiento
lenta pero explícitamente invade nuestra actividad comercial. En la actualidad
no hay forma ni manera de hacer compras de una manera agradable, lo que para
muchos ha sido un tema de distracción (a pesar del problema inflacionario que
sufrimos desde hace 35 años) ahora es una fuente de angustia y desesperación.
Mientras
tanto el gobierno y la oposición desarrollan sus propias épicas para salir
“vencedores” de esta contienda absurda que nos arrastra a todos por igual. Las
decisiones económicas no terminan de tomarse y el Sicad es una de las tantas
que se deben desarrollar para que nuestro aparato productivo comience a
levantarse. Un país sin una economía pujante producto del esfuerzo del trabajo
y la tecnología jamás saldrá adelante, lamentablemente, nuestro país es un
ejemplo de eso.
Mientras
algunos juegan a ser héroes y otros a ser revolucionarios la economía
venezolana presenta las mayores distorsiones de su historia. En el continente
nos ven con extrañeza porque es muy difícil entender como un país con las
mayores reservas petroleras del planeta vive una crisis económica tan severa.
En el extranjero comienzan a pensar que los venezolanos no estamos a la altura
del compromiso que tenemos, es decir, lo que está pasando no es solo culpa del
gobierno por sus políticas económicas erradas sino de la gente que lo adversa
por no querer entender la realidad que vivimos como país.
Los
problemas económicos que actualmente vivimos son superables y en menos tiempo
de lo que podríamos pensar, Venezuela podría recuperar su lugar en el contexto
continental, de eso no tengo la menor duda, sin embargo, para eso es necesario
cambiar el modelo económico y lamentablemente el gobierno no da muestro de
quererlo hacer. Su insistencia en ideas fracasadas nos está llevando por la
senda del racionamiento y el empobrecimiento. Con mucho menos de todo lo que se
ha gastado en términos sociales durante la revolución se podría tener un
verdadero sistema de seguridad social y un sistema de educación básica de
primer nivel.
Hasta
el año 2012 en términos políticos nos veían mal pero como en términos
económicos y sociales todavía se podría
mostrar “algo” la duda quedaba latente. En la actualidad nos ven peor
políticamente y como económicamente no hay resultados positivos que mostrar
queda en evidencia que la revolución bolivariana es una ficción. En lo
económico, estamos entrando lentamente y sin que la gente se dé cuenta en una
situación impensable hasta hace poco tiempo, sin embargo, la semana pasada
escuche en televisión a una señora joven afirmando (palabras más, palabras
menos) que ella no compraba pollo ni a 90 ni 110, no compraba harina a 30 ni
aceite a 40, que ella hacia su cola feliz de la vida y que le parece bien lo
que estaba haciendo el gobierno. Esa Venezuela de largas colas es la que
tenemos y posiblemente la que se establezca como patrón en el corto plazo si no
se toman las decisiones adecuadas.
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