El Caso Giordani

La semana pasada el ex ministro Jorge Giordani hizo pública una carta titulada “Testimonio y responsabilidad ante la historia”, un documento en el que confiesa sus diferencias con la actual administración de gobierno. En un país en el cual debatir y disentir se ha convertido en una extraña práctica, el testimonio de Giordani parece, lamentablemente, algo extraordinario.
Escrito en un tono nada humilde, el documento refuerza lo que muchos venezolanos llevan tiempo pensando: la gestión económica durante la revolución ha sido un completo y absoluto desastre. Realmente la carta no dice nada nuevo, solo lo ratifica y demuestra que el Dr. Giordani es el principal responsable de la puesta en marcha del “modelo económico chavista”, es decir, la critica que el ex ministro hace en esa carta es responsabilidad exclusiva de él, principalmente porque se ha llegado hasta aquí por él. Afirma el autor del documento que su obligación es “rendir cuentas al país” como si con lo expuesto en ese espacio lo hiciera.

Lo que para Giordani es “rendir cuentas al país” no es más que una de las mayores muestras de cinismo y caradurismo en la historia política de nuestra democracia. Para demostrar su inconformidad con las riendas que lleva el gobierno confirma una serie de irregularidades que se realizaron desde el punto de vista económico durante los últimos diez años y por los cuales nadie está pagando su responsabilidad, entre ellos, obviamente, el mismo Giordani. Termina confirmando que hicieron lo que les dio la gana con los recursos del país pero como era con buenas intenciones estaba bien, algo así como: era un desastre pero lo controlábamos, ahora lo sigue siendo pero es incontrolable.

Detenerse en la carta no es tan importante como lo que supone entender el significado del daño que el ex ministro estrella del Comandante Supremo le ha hecho al país. Este es un personaje que después de destruir a conciencia nuestra economía tiene la voluntad de reconocerlo en un documento público sin ningún tipo de problemas y lo hace posiblemente pensando que perjudicará a la gestión de gobierno y resulta que los verdaderos perjudicados en todo este asunto son los venezolanos de sectores medios y desfavorecidos que sufren hoy en carne propia las consecuencias de un modelo basado en el consumo, altamente dependiente del Estado que no tiene otro “mecanismo de transmisión de bienestar” que la distribución de la renta petrolera.

No se trata que el reparto de la renta petrolera lo haya inventado el chavismo, sino que más bien lo exacerbó y el resultado es una economía más dependiente del petróleo con un Estado cada vez más fuerte que hace cada más dependiente de él a los que menos tienen.
Difícilmente exista en nuestra historia democrática un funcionario que le haya hecho tanto daño a la economía como el Dr Jorge Giordani, su visión neolítica del tema económico, es decir, su firme convicción de crear una sociedad socialista nos ha traído hasta aquí a la Venezuela del “poquito porque es bendito” y del “si me llega yo te llamo y te los guardo”. Algo rescatable de Giordani es precisamente eso, su convicción, algo que debe llamarnos a la reflexión porque fíjense a donde se ha llegado por las convicciones de alguien: al más profundo retroceso que país alguno en América Latina haya experimentado en la última década y posiblemente en el mundo.


Se destaca su honestidad, sin embargo, con su testimonio surge la pregunta: si sabía todo eso, ¿por qué no lo denunció antes?, es en realidad Giordani un hombre honesto, ¿solo porque no se forró los bolsillos de plata, lo es?, quiere decir, que por no ser corrupto ¿tenemos que aguantarnos que nos haya lanzado por este barranco? Sinceramente lo ocurrido con el ex ministro Giordani debe llamarnos la atención y hacernos reflexionar, es vital entender su responsabilidad en todo el problema que atravesamos. Por ahora, tiene un sitio seguro en el basurero de la historia de nuestro país, poca gente ha hecho tantos méritos para llegar ahí.

Doblete inflacionario

El Banco Central de Venezuela (BCV) se dignó a publicar los resultados de la inflación para los meses de abril y mayo. Respecto a abril los resultados  salen con un mes y tres días de retraso. Para mayo el retraso es de 3 días. El resultado es un doblete de 5,7% para cada mes con un resultado mayor respecto al mes de abril del año pasado (4,3%) y menor al de mayo (6,1%). La variación acumulada durante 2014 se ubica en 23 % y  en 60,9% para los últimos doce meses.

De las trece categorías que conforman el INPC, tres mostraron una variación mayor al promedio del mes de mayo: alimentos y bebidas no alcohólicas 6,4%, restaurantes y hoteles 6,9% y transporte 10,1%.El resto de agrupaciones presentan variaciones menores al promedio del mes.

Respecto a las ciudades, cinco representan una variación mayor al promedio en el mes de abril y seis respecto al mes de mayo, siendo valencia la ciudad con mayor variación de precios acumulada durante el año: 27,3%. Caracas es la ciudad con menor variación acumulada con 20,7%.

En cuanto a los vecinos de la región se tiene que en Chile la inflación en mayo fue de 0,3% y la anualizada se ubica en 4,7 %. En Colombia fue 0,48 % para mayo, la anualizada es de 2,93% y la acumulada se ubica en 2,48 %. En Ecuador fue -0,04% en mayo, 3,41% la anualizada y 1,79% la acumulada. En Perú fue 0,23 en mayo, 3,56% la anualizada y 2,07% la acumulada.

Los resultados de la inflación no son alentadores, nadie puede estar de acuerdo con lo forma como el gobierno ha tratado el tema inflacionario, se niega a hacerlo de una forma seria y responsable. Tenemos una inflación mayor a 60% en los últimos doce meses y la de alimentos se ubica entre 75 y 76%. En Ecuador por citar un ejemplo la inflación del sector alimentos en los últimos doce meses es 4,31%. Sencillamente lo que estamos viviendo es un desastre y es inocultable. Lamentablemente, nada indica que la inflación irá cediendo. El gobierno hace todo lo posible para que aumente no para que disminuya.


Internacionalmente somos vistos como un país en el que hacen todas las cosas que nunca funcionaron en el siglo XX pero a pesar de eso pretenden que salgan bien, así es imposible salir adelante. El gobierno se metió solito en este desastre y así tendrá que salir (si es que lo hace). A nivel internacional la inflación dejó de ser un problema pero aquí la seguimos padeciéndola por la irresponsabilidad de un gobierno que no tiene la mínima intención de reconocer sus errores y rectificar. Al final de este cuento quien termina pagando los platos rotos son los de menores ingresos porque el poder de compra del salario se ha deteriorando y seguirá ocurriendo hasta que en el gobierno no asuman los costos de su irresponsabilidad. La estrategia de “todo por el poder” está generando sus consecuencias y parecería que el gobierno quiere salir ileso de la situación, ¿lo conseguirá?

¿Hacia dónde vamos?

El país vive días muy difíciles, tanto en lo económico, político y social.  Problemas hay por todas partes y lamentablemente parece que nos estamos acostumbrando a eso. Mientras todo el mundo piensa en lo político (por razones más que obvias), la economía sigue aceleradamente por un precipicio: en términos reales la economía está paralizada. Desde hace meses he advertido que estamos en condiciones muy parecidas a la del paro del año 2002 pero sin estar oficialmente en paro.

Las colas se han convertido en parte de la rutina del venezolano y el racionamiento lenta pero explícitamente invade nuestra actividad comercial. En la actualidad no hay forma ni manera de hacer compras de una manera agradable, lo que para muchos ha sido un tema de distracción (a pesar del problema inflacionario que sufrimos desde hace 35 años) ahora es una fuente de angustia y desesperación.

Mientras tanto el gobierno y la oposición desarrollan sus propias épicas para salir “vencedores” de esta contienda absurda que nos arrastra a todos por igual. Las decisiones económicas no terminan de tomarse y el Sicad es una de las tantas que se deben desarrollar para que nuestro aparato productivo comience a levantarse. Un país sin una economía pujante producto del esfuerzo del trabajo y la tecnología jamás saldrá adelante, lamentablemente, nuestro país es un ejemplo de eso.

Mientras algunos juegan a ser héroes y otros a ser revolucionarios la economía venezolana presenta las mayores distorsiones de su historia. En el continente nos ven con extrañeza porque es muy difícil entender como un país con las mayores reservas petroleras del planeta vive una crisis económica tan severa. En el extranjero comienzan a pensar que los venezolanos no estamos a la altura del compromiso que tenemos, es decir, lo que está pasando no es solo culpa del gobierno por sus políticas económicas erradas sino de la gente que lo adversa por no querer entender la realidad que vivimos como país.

Los problemas económicos que actualmente vivimos son superables y en menos tiempo de lo que podríamos pensar, Venezuela podría recuperar su lugar en el contexto continental, de eso no tengo la menor duda, sin embargo, para eso es necesario cambiar el modelo económico y lamentablemente el gobierno no da muestro de quererlo hacer. Su insistencia en ideas fracasadas nos está llevando por la senda del racionamiento y el empobrecimiento. Con mucho menos de todo lo que se ha gastado en términos sociales durante la revolución se podría tener un verdadero sistema de seguridad social y un sistema de educación básica de primer nivel.


Hasta el año 2012 en términos políticos nos veían mal pero como en términos económicos y sociales  todavía se podría mostrar “algo” la duda quedaba latente. En la actualidad nos ven peor políticamente y como económicamente no hay resultados positivos que mostrar queda en evidencia que la revolución bolivariana es una ficción. En lo económico, estamos entrando lentamente y sin que la gente se dé cuenta en una situación impensable hasta hace poco tiempo, sin embargo, hace poco escuche en televisión a una señora joven afirmando (palabras más, palabras menos) que ella no compraba pollo ni a 90 ni 110, no compraba harina a 30 ni aceite a 40, que ella hacia su cola feliz de la vida y que le parece bien lo que estaba haciendo el gobierno. Esa Venezuela de largas colas es la que tenemos y posiblemente la que se establezca como patrón en el corto plazo si no se toman las decisiones adecuadas.

¿Un nuevo Dakazo?

Como parte de la segunda fase de  la “ofensiva económica” del gobierno volvió a parecer en los medios de comunicación el Mayor General Hebert García Plaza. Con el mismo guión del mes de noviembre, surge como el salvador del pueblo oprimido y humillado por los comerciantes inescrupulosos que especulan y son responsables de la inflación y el desastre económico que vive el país.

La “ofensiva económica” forma parte del juego de cartas con que el gobierno aspira ganarle la partida a la grave situación económica que vive el país. En esta oportunidad la situación es diferente porque respecto a noviembre las cosas han cambiado considerablemente y parecería que tienen menos margen de maniobra para desarrollar una medida efectista como la disminución de precios. Los inventarios respecto a noviembre disminuyeron considerablemente y ante esa realidad, la pregunta es: ¿a que le van a bajar los precios?, basta salir a los centros comerciales para ver la cantidad de tiendas cerradas por falta de mercancía. El gobierno se la jugó con el “dakazo” en noviembre y le salió bien pero ahora no hay ni elecciones, ni productos.

La imagen de un militar hablando de economía jugando a ser todopoderoso es dantesca, refleja el problema en el que estamos metidos y lo equivocado que este gobierno está en el tema económico. Muestra a un gobierno que intenta resolver pero no puede porque sencillamente no tiene argumentos para solventar la difícil situación que vivimos. Las medidas que se están tomando intentan oxigenar al gobierno pero no van al tema de fondo. Hoy el gobierno se maneja por inercia y todo indica que vive día a día porque lamentablemente no está dispuesto a resolver el problema económico como tiene que hacerlo.

Las decisiones que se toman son desordenadas y sin lineamientos, conversando con algunos empresarios sienten que no hay una línea de acción concreta, mucha reunión, muchos planes pero operativamente muchas cosas no funcionan y así es complicado poder avanzar. Al día de hoy, parecería que se dicen cosas para los medios de comunicación pero concretamente es poco lo que se ha avanzado y por otra parte no terminan de integrar las medidas, es decir, los tiempos y los anuncios económicos permiten concluir que lo que están haciendo es aplicar “pañitos calientes” y con eso la situación no mejorará. Cada tres meses veremos nuevos intentos porque los anteriores no funcionaron.

El gobierno sabe en el problema que está metido, los esfuerzos que hace por mejorar la situación no solucionarán el problema porque no van a la raíz del asunto. La ley de precios justos es una entelequia y su “aplicación” tiene cada vez menos espacios porque de seguir así no podrán ni siquiera intentarlo. Los anuncios son desarticulados y no van al problema medular. La inflación y la escasez siguen subiendo y en el corto plazo no cederán. Las empresas en la mayoría de los sectores trabajan con las uñas, aquellos días de Cadivi con el “chorro abierto” ya pasaron y no volverán si el gobierno insiste por la vía que lo hace.


El mayor General García Plaza podrá salir por televisión disminuyendo los precios que crea conveniente y tratando de hacerle creer a la gente que la culpa es de los empresarios y los comerciantes pero la realidad de los hechos se impone. El “dakazo” como estrategia no tiene ningún sentido e irá perdiendo fuerza en la medida que pase el tiempo. La situación es realmente comprometedora y no se resuelve con “pañitos calientes” o corren o se encaraman pero ha llegado la hora de dejar los cálculos de lado y atender realmente la grave crisis económica que vive el país.

¿Aumento general de sueldos?

He leído y oído recientemente de buena parte de la dirigencia opositora y sindical del país la exigencia de un aumento general de sueldos y salarios para paliar la dura situación económica que vive el país. No existe ninguna duda que el poder adquisitivo del salario es cada vez menor y nuestra moneda no vale absolutamente nada, sin embargo, surge la duda si un aumento general de sueldos y salarios aumentará el poder adquisitivo de los venezolanos.
Como propuesta luce muy atractiva, los sindicatos siempre la exigirán y la dirigencia opositora siempre presionará con este tipo de anuncios siempre y cuando crea que en efecto no la aplicarán. Es importante diferenciar la lógica política de la económica, es decir, políticamente puede sonar muy bien y ser sexy pero nada garantiza que económicamente lo sea .Si la oposición lo exige pensando que esa es la solución al problema, estamos peor de lo que pensaba.

La cuenta que sacan los sindicatos y la dirigencia política es muy simple: el aumento tiene que ser mayor a la inflación del último año para así “recuperar el poder adquisitivo de la moneda” y la verdad que eso no es cierto. El mejor ejemplo es la institucionalización de la indexación del salario mínimo que hizo el comandante supremo y eterno durante los últimos 10 años, no ha servido de nada, en efecto, hoy tenemos más inflación y el dinero tiene menor poder de compra.

Si, es cierto que la situación está cada vez peor, el dinero alcanza cada vez para menos pero créanme que la situación no mejorará porque aumenten el sueldo de todos los trabajadores, por el contrario, podría empeorar porque con los niveles de producción que tenemos la inflación seguirá aumentando y la escasez también.

Diferente es que la propuesta se enfoque hacia la productividad de las empresas, por supuesto, parecería una tontería dadas las señales que el gobierno ha enviado, sin embargo, es por ahí que tendría que ir los tiros: un plan de mediano y largo plazo que establezca la vía para mejorar el aparato productivo del país. Es importante señalar que nada de lo anunciado desde el gobierno en la denominada “ofensiva económica” va dirigido en ese sentido y un aumento general de sueldos y salarios es más de lo mismo: pan para hoy y hambre para mañana, no resuelve el problema de fondo que es: el modelo.


Posiblemente muchos pensarán: si el gobierno no da señales de querer cambiar el modelo, algo hay que hacer y por eso se pide el aumento general de sueldos y salarios. Eso es discutible y quiero pensar que la exigencia del aumento salarial es una jugada de la oposición porque sabe que el gobierno no lo aumentará y eso le permitiría posicionarse en ciertos sectores de la población. Sin aumento de la producción y estabilidad de precios no hay aumento salarial que valga. Hay diferentes formas  de presionar al gobierno en el tema económico, el aumento general de sueldos es una, creo que hay otras vías para hacerlo, sin embargo, esta es la que tiene “pegada” y por ahí decidieron irse. Amanecerá y veremos.

A despertarse que ya es tarde

Durante la década de los 80 se puso de moda la frase: “una ilusión de armonía” a propósito de la publicación de un libro del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) titulado “El caso Venezuela: una ilusión de armonía”. Este ya clásico libro fue un intento por desnudar la realidad venezolana en lo económico, lo político y lo social para tratar de demostrar que todo lo ocurrido durante la década de los 70 e incluso antes era insostenible.

Lamentablemente la historia se repite y el título de ese libro se queda corto. Durante la última década nuestro país vivió un boom de ingresos petroleros que le permitió de nuevo al país comerse el cuento de ser un país rico y que tenemos derecho a gozar de subsidios regresivos y cometer excesos típicos de una sociedad como la venezolana. Se creó una burbuja en la que la mayoría creyó que el modelo económico era sostenible. Me refiero a la mayoría porque en los sectores desposeídos los tomaron de una u otra forma en cuenta y mejoraron sus condiciones de vida a través de subsidios que los hacían sentir muy bien. En los sectores medios aplicaron otro tipo de subsidios un poco más sofisticados como el tipo de cambio y las emisiones de bonos para que la gente pudiera obtener divisas para así poder tener ingresos en moneda extranjera, viajar y poder hacer compras. El sector de más altos ingresos se beneficio del mismo subsidio de la clase media pero a mayor escala: seguían teniendo contratos del Estado y se posicionaban para obtener divisas a mayor nivel.

Mientras todo esto ocurría, la gente no se imaginaba que a estas alturas estaríamos en esta situación: el aparato productivo devastado y viviendo del día a día: se necesitan medicamentos, impórtelos. Se necesitan vehículos, tráigalos, se requieren alimentos cómpreselos a cualquier socio de la región, “no importa tenemos capacidad de importar todo lo que se requiera” es la frase clásica de cualquier militar de alto rango que está en la “jugada económica” a cargo de algún ministerio o cualquier empresa del Estado.

El tiempo transcurría, se bebía mucho escocés, se viajaba si ningún problema, se cambiaba de carro con cierta regularidad porque la cosa “estaba buena”, con el cupito de internet se compraba ropita y la traías sin problema. La inflación subía pero la euforia era tal que no importaba porque siempre se podía resolver. Muchos sectores medios jugaban a que el gobierno se prolongará en el poder porque sabían que si las cosas cambian su luna de miel terminaría.

Buena parte de la población adversaba el proyecto político del gobierno, con toda la razón del mundo pero cuando se ponían muy intensos ejecutaban alguna medida que les permitía extraer rentas y con eso los anestesiaban. La situación era verdaderamente particular, todos los sectores de la población formaban parte de la fiesta, unos en mayor medida que otros pero en términos generales había para todos.

Las prioridades de los sectores más favorecidos y de buena parte de la dirigencia política opositora nunca llegaron a alinearse con las verdaderas necesidades y carencias de un país que fue convirtiéndose en un feudo. La erosión institucional permitió que se le entregará el país a un proyecto político, no hubo contrapesos por los mismos errores de la oposición y hoy estamos entrampados en la peor situación que ha vivido el país en los últimos 30 años, si, con caracazo incluido.


A veces  escucho gente quejándose con toda razón de lo que está pasando, sin embargo, todavía hay gente que se preocupa porque tiene miedo a perder la “zona de comodidad” que le hicieron creer se merecía y ahí está parte del verdadero problema. Como sociedad no comprendemos lo complejo que es el problema en el que estamos porque con el control y el subsidio cambiario, la gasolina barata y otras muestras de derroche, esta sociedad se “cadivitizó”. Permítanme decirles que llegó la hora de levantarse del “dulce sueño” porque se acabaron las vacaciones. Mientras más rápido despierten, menor será el dolor.

El desastre institucional

Durante el último trimestre del año pasado el Foro Económico Mundial publicó su acostumbrado reporte de competitividad global que muestra a través de 12 pilares el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país. Estos pilares o variables que miden la competitividad son: instituciones, infraestructura, ambiente macroeconómico, salud y educación primaria, educación superior, eficiencia de mercado, eficiencia del mercado laboral, desarrollo del mercado financiero, adecuación tecnológica, tamaño del mercado, sofisticación en los negocios e innovación.

Respecto al pilar institucional el reporte establece 21 indicadores que permiten analizar la realidad institucional de cada país. En este sentido tenemos que nuestro país sale muy mal parado. En los indicadores de derechos de propiedad, protección de propiedad intelectual, desvío de fondos públicos, independencia judicial, favoritismo en decisiones de funcionarios del gobierno, manejo del gasto público, carga de la regulación gubernamental, eficiencia del marco legal para resolver disputas y cambiar regulaciones y confianza en los servicios policiales nuestro país queda en el último lugar del estudio, el puesto 148. En términos de transparencia de las políticas del gobierno ocupa el penúltimo lugar, Haití es el único país que obtiene peor resultado que Venezuela. En los costos del crimen y la violencia, ocupamos el puesto 146, superando solo a Guatemala y Honduras y respecto al crimen organizado el puesto 145 solo Honduras, El Salvador y Guatemala obtiene peores resultados que nuestro país.

Existe suficiente evidencia empírica que demuestra la importancia de las instituciones para el desempeño de la economía y de una democracia saludable. Sin una estructura institucional que funcione no se puede progresar ni económica, no política ni socialmente. Los avances que puedan lograrse se diluyen en el mediano plazo, tal como está ocurriendo en nuestro país. No es un capricho, es un requisito para poder avanzar y lograr ser un país de verdad, no un Estado fallido.

Las cosas que ocurren en nuestro país desde hace mucho tiempo tienen una causa común: la debilidad institucional. La falta de independencia del poder judicial no es algo que haya surgido hace 15 años, el desvío de los fondos públicos tampoco. Lo preocupante es que con el paso del tiempo en lugar de haber desaparecido estas deficiencias han aumentado y eso actualmente en nuestro país es inocultable.

Venezuela vive un grave problema económico de eso no hay duda pero lo que está detrás de eso es una lamentable tragedia institucional que ha ido profundizándose en los últimos 35 años y eso como ciudadanos tiene que preocuparnos porque los cambios institucionales son mucho más complejos de lograr que los económicos y si queremos entender la magnitud del berenjenal en el que estamos metidos: sin un cambio institucional profundo y real no será posible un cambio económico de fondo. El petróleo podrá subir, los subsidios podrán seguir pero si no hay cambios institucionales de fondo siempre estaremos sufriendo como lo hacemos hoy.


Nuestro país vive una crisis económica y política pero sobre todo institucional y esto incide en cada una de las esferas de la vida nacional. Mejorar esta situación no es imposible pero sin duda muy complejo porque para eso hace falta voluntad política y lo que está en juego en una verdadera reforma institucional no es cualquier cosa: el dominio de la renta petrolera que te permite dominar el poder político y todo lo que eso implica por eso nuestra situación no es sencilla. 

Democratización de la escasez

Hace unas semanas conversaba con la profesora - compañera de trabajo María Isabel Puerta y mencionó una frase que me parece muy pertinente para reflexionar en estos días: democratización de la escasez. Se refería la Dra. Puerta a lo común que es ver a la gente haciendo cola para adquirir cualquier bien o servicio. En una estación de servicio había cola para echar gasolina y en el centro comercial de al lado de la bomba, la cola era para entrar a un supermercado de la red pública de expendio de alimentos, comentaba que la cola le daba la vuelta al centro comercial.

La escasez se ha convirtió, lamentablemente, en algo cotidiano. Parecería ser la norma y no la excepción. En este sentido, la “cola” se erige como la expresión más genuina y elaborada del modelo económico del actual gobierno. Detrás de las regulaciones que el gobierno impone, surge la cola como elemento común y palpable de lo que significa “tener patria”. Desde los certificados de no producción para las empresas hasta la compra en el supermercado, pasando por la venta de electrodomésticas y vehículos, la “cola” se asume como un costo inevitable. Si se trata de un permiso para poder operar legalmente, se habla de “ ¿y en cuanto sale eso?” y si es de la compra diaría de cualquier bien se pregunta “¿está muy larga la cola?”, “¿hay mucha cola?”, expresiones para referirse al tiempo que se pierde para comprar un bien hay muchas, cada quien usa la suya, lo importante es que el tema está siempre presente, para lo que sea, de no ser así, no seríamos la “Venezuela bolivariana del siglo XXI”

Económicamente, la noción de “cola” supone dos cosas: un costo adicional al precio de los bienes, medido en tiempo y que forma parte del costo de oportunidad de hacer esa compra, es decir, si no tienes tiempo no compras en determinado establecimiento porque la “cola” es muy larga. Por otra parte, indica que mucha gente que hace inmensas colas para comprar tiene el tiempo disponible para hacerlo, es decir, no implica un costo de oportunidad pasar mucho tiempo en una “cola”, sin embargo, así lo hagas después de llegar al trabajo, se estaría sacrificando tiempo que es valioso para otro tipo de actividades que podrían ser muchos más productivas como por ejemplo la educación de los hijos, compartir en familia o hacer ejercicios.

La escasez se ha apoderado de la rutina del venezolano y su mejor expresión es la “cola”, ya no solo basta con el tráfico diario, los semáforos y el exceso de vehículos (o la falta de infraestructura vial, eso se lo dejo a ustedes) sino que adicionalmente hay que lidiar con la nueva “forma organizacional” para comprar alimentos y cualquier otro bien.
La escasez que vive nuestro país hoy es sencillamente indefendible no hay forma ni manera que la gente esté de acuerdo con eso. Los casos de las largas colas para comprar bienes regulados en la red pública de alimentos y el dakazo son excepciones de esa oscura miseria que los venezolanos demuestran cuando le dan los incentivos para hacerlo, del resto, es injustificable y mucho menos razonable como se vive hoy en Venezuela.


En este sentido, la “democratización de la escasez” planteada por la profesora Puerta tiene unas implicaciones demasiado importantes como para dejarla pasar por debajo de la mesa. Se trata de una visión económica y social que poco a poco se expande y que no sabemos si se impondrá o por el contrario la fuerza de los hechos sea la que termine de hacerle entender a este nefasto gobierno que esa no es la vía y que existen mecanismos más eficientes para garantizar el modelo de extracción de rentas que ha prevalecido en el país durante toda nuestra vida democrática. La “democratización de la escasez” vía colas y listas de espera es el más claro símbolo de primitivismo económico y social que país alguno puede presentar, esa es la Venezuela que tenemos, lamentablemente el gobierno se niega entrar al siglo XXI. Ya pasó con Juan Vicente Gómez, ¿pasará lo mismo con la revolución?, eso está por verse.

¿Encrucijada o plan?

Los días pasan y el gobierno sigue corriendo la arruga. Los cambios en materia económica no se materializan, se habla, y se habla, se hacen cadenas de radio y televisión pero no se concreta en lo medular. Las regulaciones y los subsidios (control cambiario incluido en ambas categorias)  siguen intactos, llámelo como quiera pero ahí están.

La inflación sigue su rumbo y la escasez hace estragos. Respecto a las regulaciones de precios las flexibilizan de una forma muy particular: permiten los aumentos de precios pero no los publican en la gaceta oficial, lo cual no termina de ser completamente legal y al ser así no todos los sectores se suman a la medida, no sea que después sean protagonistas de la “guerra económica”.

Con las aerolíneas llegaron a un acuerdo que no convence a nadie, sin embargo, accedieron porque es mejor recoger algo que quedarse sin nada. La verdad es que increíblemente el gobierno no tiene como pagarle a las líneas aéreas. Los “repuesteros” exigen condiciones transparentes para seguir trabajando, no se calan que los estén llamando usureros y especuladores mientras los responsables del desastre siguen sin asumir la responsabilidad.
A la Superintendente de precios la cambiaron de puesto mientras el personal de la Superintendencia de Costos y Precios (SUNDECOP) sale a la calle para hacerle la tarea al Presidente ¿Maduro? de bajar los precios y salen por televisión mostrando como los comerciantes son los verdaderos culpables de la situación económica.

Las encuestas señalan que la situación en términos generales es mala, en lo económico un verdadero desastre, tienen una papa caliente en las manos, saben lo que tienen que hacer pero todo indica que no se atreven. Miden los tiempos, revisan encuestas, hacen frente a la división interna que les consume más tiempo del necesario y parecería que las cosas cambian para que todo siga igual. Cada anuncio es una frustración para los sectores involucrados porque no cubre las expectativas, sienten que se reúnen y todo sigue igual. En el mejor de los casos, si hay algún cambio que puede ser visto como favorable, perciben que no arranca porque no hay una línea clara dentro del gobierno que la ejecute.
Comienza el mundial, una buena oportunidad para avanzar en los ajustes que hacen falta, la gente se dará cuenta dentro de un mes cuando finalice el torneo y todo vuelva a la normalidad. Este es el momento perfecto para el aumento de la gasolina y los servicios públicos, algo igual o más necesario para la economía que el aumento de los pasajes aéreos aunque la clase media se queje más por esto que por lo primero.

Antes de comenzar las guarimbas el Ministro Ramírez afirmó que tenían el “piso político” para hacer los ajustes necesarios en lo económico, algo que yo compartí plenamente, sin embargo, todavía no lo hacen. La situación se agrava por la inacción del gobierno en la toma de decisiones y mientras más tarden peor será para todos. En términos electorales, el último trimestre del año no sería la mejor fecha para hacer lo que se requiere.


La situación es compleja en todos los sentidos, el gobierno sabe que necesita tomar decisiones pero lo piensa, algo que realmente me sorprende. Aplazar la toma de decisiones significa seguir con la agonía y no hacer nada es el peor escenario porque compromete más la situación económica de la gente. Debemos tener claro que no hay nada como un almuerzo gratis y que mientras más se tarden peor será. El daño ya está hecho: la economía y la popularidad del gobierno en el piso. ¿Será entonces que se atreven en este mes del mundial de futbol a anunciar medidas realmente importantes para la economía o esperarán el “repunte en las encuestas” para hacerlo?  y ¿si ese escenario no llega? La evidencia indica que las medidas duras no se toman antes de las elecciones y para el último trimestre del año ya es tarde, entonces, ¿está el gobierno en una encrucijada o tiene todo bajo control?