El tiempo pasa y bien gracias

Llegó septiembre y el tan esperado ajuste económico brilla por su ausencia, lo poco que pudo hacer Rafael Ramírez fue mover la “opinión pública”, más allá de eso poco pudo hacer. Se encontró con un muro de contención dentro del partido que no le permitió avanzar en su propuesta, esto se evidencia en el cambio de opinión que la banca de inversión internacional ha tenido respecto a las medidas económicas que aplicaría el gobierno.
Todo indica que al gobierno no le interesa resolver el problema económico, su prioridad es mantenerse en el poder y para eso hará todo lo que esté a su alcance. Creen que tienen margen de maniobra para soportar lo que vive el país y salir airosos, cada vez es más fuerte el rumor de esperar hasta las elecciones parlamentarias para aplicar las medidas, lo que sería peor para la ciudadanía, al menos que decidan adelantar las elecciones y recorten el tiempo de espera para poner en marcha lo poco que esperan hacer en materia económica.
El país vive días realmente complicados, la economía está paralizada y en el gobierno no enfrentan la situación responsablemente. Los anuncios del ejecutivo no son creíbles, principalmente porque no se concretan y eso es fatal para que los planes se desarrollen satisfactoriamente. Lo de la unificación cambiaria ya es una anécdota y lo del precio de la gasolina parece llevar el mismo camino. Lo que se ha fortalecido es la visión reguladora de la economía, cada vez hay mayores controles y no existe indicio alguno al día de hoy que esto pueda cambiar. El nombramiento de Andrés Eloy Méndez en la Superintendencia de precios y el tono de sus declaraciones así lo demuestran.
Las regulaciones de precios permiten que la gente tenga una visión respecto a la noción de “precio justo” diferente a la que el gobierno intentó posicionar. El desabastecimiento ha permitido que los controles de precios sean absolutamente absurdos y la gente ancle en su mente un “precio justo” mayor a lo que el gobierno ha establecido, eso se evidencia cuando alguien compra un bulto de harina de maíz en un precio que puede ser hasta diez (10) veces mayor al establecido por el gobierno y te dicen: “si te pones a ver esta bien, cada paquete te sale en tanto…porque el precio regulado ese es una locura, ¿Qué puede costar eso hoy en día en este país?”.
Lo anterior es un simple ejemplo, finalmente buena parte de la población se ha acostumbrado a comprar a precios mayores a los estipulados por el gobierno porque el desabastecimiento no permite que los productos se consigan. Producir en este país se ha convertido en un calvario y como el gobierno lo resuelve todo con dinero, la solución ha sido importar lo que se necesite.

Hace poco le escuche a un colega de la UCV comentar que el chavismo se convirtió en un modelo de negocios y eso es lo que queda de aquel proyecto en el cual mucha gente creyó. Las últimas acciones indican en efecto que esto es así, no existe al día de hoy, iniciativa gubernamental en el ámbito económico que esté diseñada para resolver los verdaderos problemas que atraviesa la economía. En este sentido, soy poco optimista respecto a las decisiones del gobierno en esta materia, el tiempo pasa y no hacen nada, todo bien gracias….

Compras biométricas…

El nuevo Superintendente de precios, camarada Andrés Eloy Martínez, anunció recientemente que antes del 31 de diciembre será implementado un sistema biométrico en las redes públicas y privadas de ventas de alimentos, es decir, en todos los supermercados. Esto con el objetivo de “mejorar la distribución de alimentos”. Es importante destacar que esta medida fue ratificada por el presidente Nicolás Maduro
Una afirmación como la anterior significa reconocer que existe un problema con el abastecimiento de los alimentos algo que hasta hace poco tiempo no era fácil que el gobierno aceptará, sin embargo, quieren relacionar esa idea con el contrabando y las colas que se hacen en los supermercados. Sin tomar en cuenta que en este país se hace cola para todo: en la farmacia, en la panadería, en la venta de repuestos por mencionar tres ejemplos y que adicionalmente existe una industria del contrabando de la gasolina y no hay escasez de ese producto.
Afirmar que la escasez de alimentos es culpa del contrabando no resuelve el problema, ese diagnóstico es errado y el gobierno lo sabe, una vez más corren la arruga y no resuelven el problema de raíz. Lo mismo ocurre con las colas en los supermercados cuando la relacionan a la falta de cajeros. La pregunta importante es: ¿por qué no hay suficientes cajeros? , ¿Recuerdan la reforma a la LOTTT?, esa es una de las consecuencias y el gobierno no lo va admitir, a lo sumo lo podría hacer de una manera muy particular: reformando nuevamente la ley.
El sistema biométrico supone que usted tendrá que colocar su huella para poder comprar, lo cual podría entre otras cosas, retrasar el tiempo en la cola. No queda claro como el sistema biométrico podría agilizar las colas en los supermercados. Posiblemente vendrá la idea con algo como “ahora no es necesario mostrar tu cedula, coloca tu huella y ya, fácil y rápido
El anuncio del sistema biométrico muestra lo que vendrá: mas escasez y por lo tanto más plata para quien vive de ese negocio. De concretarse sería realmente triste y lamentable, estaríamos hablando de comprar “lo necesario”, una discusión que en economía fue superada hace mucho tiempo. Sería importante preguntar ¿Cuántos países en el mundo utilizan sistemas biométricos para comprar bienes y servicios? El gobierno tiene la desfachatez de culpar a los consumidores del desastre en el que ha metido a la economía, principalmente, al sistema productivo nacional, que si bien es cierto no era el mejor, actualmente está muchísimo peor.
La implantación de un sistema biométrico para compra de alimentos abre la discusión sobre las libertades individuales y económicas en nuestro país. Venezuela es desde hace algún tiempo una economía reprimida de acuerdo a los índices de libertad económica, las capta huellas en los supermercados lo confirmaría y dejaría en evidencia la verdadera intención del gobierno: negocios y control social, una dupla que aparentemente les garantizaría mantenerse en el poder.
Adicionalmente desde la Superintendencia de precios hablan de establecer cajas de pago en los supermercados de acuerdo a los metros cuadrados del establecimiento, ante esto surge la pregunta ¿hasta dónde puede llegar la miseria y la estupidez humana? Todo indica que no tiene límites.
Si en efecto la idea es implementar el sistema biométrico comenzarán las pujas para ver quién se queda con ese negocio porque esa es el otro lado de la moneda: la comisión que hay detrás para ejecutar ese proyecto. Comienzan los mercaderes de la miseria a sacar cuentas y a sonreír.

Por lo pronto, hay que ver hasta donde avanza semejante despropósito y de concretarse prepárense para ver a los buhoneros utilizando nuevas frases para captar clientes: “compre con el sistema biométrico, venga y ponga la huella” ó “compras biométricas, a la orden” y harán un negoción porque para la vanidad: los venezolanos.

La escasez como negocio

El desabastecimiento se ha venido profundizando desde aproximadamente dos años, poco a poco se ha ido apoderando de la rutina del venezolano y en algunos casos se llega a niveles absolutos de escasez. En este sentido, podría diferenciarse en que el desabastecimiento implica conseguir el producto pero no la marca que buscas y la escasez que no consigas el producto en ninguna de sus marcas y presentaciones.
Al día de hoy ir de compras a un supermercado es algo realmente desagradable, en lugar de distraerse, la gente pasa un mal rato porque no consigue lo que busca y si lo hay muchas veces la experiencia es traumática o las colas son muy largas, sin embargo, la mayoría las hace porque no tiene otra solución.
Detrás del desabastecimiento y escasez que vivimos están las regulaciones de precios y los desincentivos a producir en el país. En más de una oportunidad voceros del gobierno sin ningún pudor han afirmado que se importará todo lo que sea necesario. Una declaración como esa tendría que darle pena a cualquier funcionario del planeta, sin embargo, aquí es común. Una prueba de esto es que Suministros Venezolanos Industriales C.A (SUVINCA) empresa del Estado adscrita al Ministerio de comercio importará papel higiénico, crema dental, afeitadoras, jabón, desodorante y champú en cantidades millonarias.
Estamos en un nivel verdaderamente deplorable, ni si quiera productos de higiene personal se producen en el país, lo mismo pasa con los alimentos, repuestos, medicamentos y pare usted de contar. Este es un gobierno que no siente vergüenza ni remordimiento alguno por la situación que atraviesa la industria farmacéutica, ni ninguna otra que padezca la tragedia de formar parte del sector privado de este país.
La escasez se erige como un nuevo modelo de negocios en el país, una nueva forma de extraer rentas del Estado. Mientras más escasez exista más posibilidades de negocio tienen los mercaderes de la miseria que pululan en las faldas del Estado y pueden provenir de cualquier sector: militar, chavista u opositor, eso es lo de menos: el negocio es una cosa y la política otra.
Mientras más escasez exista la gente estará más dispuesta a pagar por el bien, en este sentido, generarla es un negocio muy rentable en el que muchos ganan pero principalmente hay dos actores que son claves: los proveedores y los revendedores. En este caso, el Estado aspira ser el principal proveedor de bienes y paulatinamente lo está logrando.
Mientras el Estado avanza firme en su rol de proveedor se abren más oportunidades de negocios y ahí entran los revendedores: piense, ¿como los alimentos de la red pública-principalmente pollo y carne- se consiguen por otra vía a precios de mercado?  Y esto se repetirá en la medida que el Estado importe cada vez más bienes.
Detrás de la escasez, el desabastecimiento y  la regulación de precios a estas alturas del partido lo que hay es una idea perversa que se ha conformado en una industria y tiene un único propósito: extraer rentas del Estado. En la medida que el tiempo pase y el modelo vaya profundizándose será cada vez más difícil levantar los controles de precios y llegará un momento en el que prácticamente será imposible hacerlo y si lo hacen será insuficiente para           restablecer la dinámica productiva y comercial del país.

Lo que vivimos es la materialización del fracaso de un modelo económico y la puesta en marcha de los incentivos más perversos que hayan existido en la historia económica de nuestro país. Así como en el paro petrolero hubo un salvador que movió los barcos ahora vendrán otros a proveer lo que haga falta y por supuesto la patria se lo agradecerá: ¡Pelaremos pero comeremos, hasta la desgracia siempre, camaradas!....

¿Cómo nos ve la CEPAL?

Recientemente la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) publicó el reporte “Desafíos para la sostenibilidad del crecimiento en un nuevo contexto externo” que forma parte de su acostumbrada serie anual “Estudio Económico de América Latina y el Caribe”. En términos generales la principal conclusión del estudio establece lo siguiente:Desde 2011, el crecimiento económico de América Latina y el Caribe se está desacelerando y los datos disponibles al primer semestre de 2014 hacen prever que para el año en conjunto la economía regional crecería menos del 2,5% que se registró en 2013. En particular, durante los primeros meses se ha observado un bajo dinamismo a causa de un estancamiento de la formación bruta de capital fijo y de una desaceleración del crecimiento del consumo privado. En contrapartida se ha acelerado el consumo del gobierno y el aporte neto de las exportaciones ha sido más favorable que en el mismo período del año anterior. Para el ejercicio se espera un crecimiento de la actividad económica de la región de un 2,2%.”
En términos de crecimiento económico se espera que la región lo haga en 2,2%, América del sur en 1,8%, El Caribe en 2% y Centroamérica en 4,4%. A nivel individual, el país que más crecería este año es Panamá con 6,6% seguido de Bolivia 5,5% y Colombia, Ecuador, Nicaragua y República Dominicana con 5% cada uno. El único país de la región que no crecería es Venezuela con una contracción de 0,5%. En este sentido el estudio señala “En el cuarto trimestre de 2013 las dificultades de la economía venezolana se agudizaron (debido a la escasez de productos para consumo y de divisas, la mantención de altas tasas de inflación y la caída de los precios del petróleo) y en los primeros meses de 2014 siguen agravándose. Un indicio del posible comienzo de una recesión a partir del primer trimestre de 2014 puede ser la caída de la recaudación del IVA en ese período, de un 7,2% interanual real, dado que el consumo fue el soporte del crecimiento durante 2013”. La CEPAL no descarta que la contracción sea menor a 0,5% e incluso que la economía crezca por debajo de 1%.
En términos de inflación y remuneración el reporte afirma “La inflación promedio interanual del 59% registrada en el período comprendido entre enero y mayo de 2014 está levemente por encima del nivel de fines de 2013 (alrededor del 57%). En mayo, la tasa interanual de la inflación general fue del 60,9% y en el caso de los alimentos y bebidas del 76,4%....., Debido a la alta inflación, los salarios reales disminuyeron durante 2013 un 4,4% interanual. En el sector privado, la caída fue del 5,5% y en el sector público del 2,3%....En 2014 se espera que se produzca un deterioro de las remuneraciones reales, sobre todo debido a la elevada inflación y la menor actividad económica prevista para el año”. Adicionalmente en lo que va de año nuestro país presenta el mayor riesgo país de la región, prácticamente triplicando el promedio de la región.

Como se puede observar las perspectivas para nuestro país en lo que resta del año no son alentadoras y es muy importante aclarar que la CEPAL podría quedarse corta en sus previsiones de crecimiento, todo indica que la contracción podría ser mayor a la prevista en su informe. En cámara lenta nos acercamos a niveles cada vez más profundos de deterioro económico, social y político. Cada vez es peor, lo que parece una coyuntura podría convertirse en un problema estructural si no se atiende adecuadamente la situación económica. No existe al día de hoy ninguna señal que permita ver que estamos bien y vamos por buen camino.

Con mi subsidio no te metas

Buena parte de la distorsión que vive nuestra economía se ha generado por la acumulación de subsidios que nuestra economía presenta, no desde hace quince años sino desde hace mucho más tiempo, lo que si se debe reconocer es que en los últimos años debido al boom petrolero estos se exacerbaron y un gran porcentaje de la población cree que son positivos y deberían mantenerlos.
El apoyo a los subsidios no es un fenómeno exclusivo de los sectores más vulnerables de la población, pregúntele a alguien de clase media si está de acuerdo con que devalúen y se dará cuenta a lo que me refiero. La arquitectura de subsidios de nuestra economía ha permeado a todos los sectores y el mejor ejemplo es el de sectores empresariales que históricamente se han dado golpes de pecho por el “libre mercado” pero siempre hacen presión para obtener determinados subsidios. El segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez dejó en evidencia al sector empresarial de la época.
En general el “venezolano promedio” (si vale esa expresión) se siente con el derecho adquirido de recibir subsidios porque a final de cuentas este es un país petrolero y eso nos hace evidentemente ricos, no importa lo absurdo que estos subsidios sean pero si me beneficia está bien. Es un clásico ejemplo de incentivos perversos y como una sociedad moldea sus actuaciones con base en estos.
Cada situación es diferente y lo que aplica es estudiar la idoneidad de la aplicación del subsidio dependiendo del caso, lo que es completamente absurdo es la regresividad de los subsidios en Venezuela, es decir, terminan favoreciendo a los que más tienen. No existe ninguna razón para que esto suceda pero como este es un país “rico” se da el lujo de generar prestaciones asistenciales a los que más tienen.
Un verdadero cambio económico en el país significaría desmontar la estructura de subsidios de nuestra economía y que la gente entienda de una vez por todas: así el país es inviable. Para comenzar a hacerlo se necesita una reforma institucional importante algo que luce muy lejano en el horizonte político del país. Cualquier dirigente, de la tendencia que sea ve en los subsidios un apoyo electoral importante, esta idea es central en la formación política de los dirigentes, forma parte de su “ADN político-intelectual”.
Después de tantos años creyendo ser un país rico y beneficiándose de subsidios absurdos como el de la gasolina, la electricidad o el control cambiario, desmontar esa estructura es un gran reto, sin embargo, no es imposible. Se necesita “voluntad política” más que otra cosa para emprender esa reforma que mucho bien le haría a la economía del país. Desmontar la estructura de subsidios no significa necesariamente que los pobres saldrán perjudicados, al contrario, podrían ser los principales beneficiados bien sea porque seguirán recibiendo subsidios temporalmente o porque el esfuerzo de su trabajo permitirá que no los necesiten.

Los sectores medios que piensan merecer sus subsidios porque somos un país petrolero lamento informarles que esa golilla por el bien de todos debe desaparecer. La idea de tener dólares baratos, gasolina regalada, servicios públicos gratuitos aunque de mala calidad es en estricto sentido una irresponsabilidad que los gobiernos de este país materializaron para que crean un cuento que no es de hadas. Esa idea inocente y descabellada de tener precios bajos y que todo funcione de maravilla no existe. En economía los almuerzos gratis no existen y hoy el país vive nuevamente el ratón de una borrachera de subsidios que todo el mundo creyó no iba a pagar. El país necesita una profunda reflexión sobre lo que el economista Francisco Ibarra ha denominado: la relación ciudadano-Estado, si no les gusta la idea, todavía tienen una opción: planificar una marcha y hacer pancartas con frases como: “por un mejor subsidio, con mi subsidio no te metas”.

Números de la revolución…

Recientemente el académico español y profesor de la Universidad de Pennsylvania Jesús Fernández-Villaverde escribió algunas reflexiones sobre el desenvolvimiento de la economía venezolana dese 1950, haciendo especial énfasis desde 1999. A continuación sus principales comentarios:
Durante el período 1950-1977 el PIB per cápita de Venezuela creció 96%, sin embargo, durante el mismo periodo Venezuela lo hizo peor que la gran mayoría de los países de Europa Occidental. Después de 1977, el PIB per cápita del país ha sido irregular y en 2013 es al menos 10% menor que en 1977. Desde 1999 el PIB per cápita de nuestro país ha crecido 23.1%, sin embargo, el de Brasil lo ha hecho 35.7%, el de Colombia 43.8% y el de Perú 78.9%. 
En términos de pobreza y desigualdad, utilizando datos del Banco Interamericano de Desarrollo, Fernández-Villaverde señala que la pobreza aguda (menos de 2.5 dólares al día) en Venezuela para el período 1999-2011 pasó de 30.6% a 14.8% (una caída del 51.6%) y sostiene que la pobreza ha caído en toda la región, observando que la media ha pasado de 25.8% a 13.3% (una caída del 48.5%). En términos comparativos afirma que en Brasil pasó de 27.3% a 13.0% (una caída del 52.4%), en Colombia del 34.8% al 11.0% (una caída del 68.9%) y en Perú del 35.8% al 16.7% (una caída del 53.4%). Es decir, que Venezuela ha reducido su pobreza aguda en un porcentaje menor que la de estos tres países.
Respecto al coeficiente de Gini una medida muy señalada por el gobierno nacional a través del ex ministro Jorge Giordani, el académico señala que para Venezuela ha pasado de 0.469 a 0.410, una reducción de 5.9 y que el coeficiente medio ha pasado de 0.554 a 0.498 (una caída de 5.6), el de Brasil de 0.592 a 0.527 (una caída de 6.5), Colombia de 0.568 a 0.548 (una caída de 2) y el Perú de 0.565 a 0.455 (una caída de 11). Es decir, que Venezuela ha reducido su desigualdad menos que Brasil y Perú y solo la ha reducido más que Colombia. En este sentido, es importante mencionar que para 1999 nuestro coeficiente de Gini ya era menor al promedio de la región. De estos resultados, Fernández-Villaverde concluye que el crecimiento económico de Venezuela de 1950 a 2013 ha sido francamente desastroso. El crecimiento económico de Venezuela de 1999 a 2013, dado el comportamiento de sus vecinos y el del precio del petróleo, ha sido bastante malo dado que ha crecido menos que Brasil, Colombia o Perú y aunque ha avanzado en la reducción de la pobreza aguda y la desigualdad, ha mejorado menos que sus vecinos (excepto, en desigualdad, Colombia). De nuevo, dada la bonanza del petróleo, es un desempeño malo.

Con estos resultados la reflexión y lo que parecería importante discutir es ¿cómo con toda la cantidad de recursos que ha entrado al país en la última década Venezuela no obtuvo los mejores resultados de la región?, es decir, ¿cómo países con menos recursos que el nuestro disminuyeron más la pobreza y la desigualdad en la última década?, ¿no era este gobierno el paladín de la justicia social? Los seguidores del “modelo social chavista” tendrían seriamente que discutir lo que ha pasado al respecto y si lo que se ha hecho es suficiente porque en realidad no es poco el dinero que ha ingresado en los últimos años y si bien es cierto los resultados no son malos parecen no ser los mejores y queda la sensación que se ha podido hacer más y ahora que parece terminarse la época de las vacas gordas esa discusión es clave. Como comenta el profesor Fernández-Villaverde, dado el comportamiento del precio del petróleo desde 1999 hasta hoy, hacerlo mal en términos de crecimiento requiere un esfuerzo considerable y Venezuela ha despilfarrado por décadas un regalo único en forma de su riqueza petrolífera y este despilfarro ha sido particularmente grave desde 1999.

¿Colas para comprar ropa?

Hace aproximadamente dos meses y medio llegó mercancía a una famosa cadena europea de ropa que es de las preferidas de la clase media y no tan media del país. Comprar ahí era un lujo cuando la cadena llegó al país, sin embargo, con el desarrollo de la revolución y el festín económico mucha gente adquiría algo de esa tienda a pesar de no tener un nivel económico elevado. Eso sí, buena parte de la clase media revolucionaria (cualquier cosa que eso signifique) religiosamente se vestía con ropa de esa marca.
Las tiendas de la cadena la estaban pasando realmente mal, este año ha sido prácticamente nulo para ellos, pasar por sus locales era un pesar, imagínense “ya no se puede comprar ni ropa” exclamaba la mayoría de la gente, pero eso se acabo, pues llegó la mercancía y nada: hay que ir a hacer la cola y en efecto así ha sucedido, colas interminables de gente para ver que pueden comprar, eso sí: seis piezas máximo por persona para no terminar con la tradición de la harina o el aceite en el supermercado.
Por otra parte, el país tiene una realidad que contrasta completamente con las colas para comprar “ropa de marca” y es que hay escasez de medicamentos, algo que a todas luces parecería más importante y trascendental que la escasez de ropa siempre y cuando estés enfermo, de lo contrario posiblemente no se perciba esa sutil diferencia. Este cuadro bananero y revolucionario de conseguir “ropa de marca” y no conseguir medicamentos se debe entre otras cosas al tema cambiario pero más específicamente a la prioridad que se le otorga a la asignación de divisas, es decir, ¿qué puede explicar la entrega de divisas para importar textiles y no medicamentos?, los dólares preferenciales (Sicad I) que le entregaron a la cadena de ropa para surtir sus tiendas,¿se los asignaron cuando?, ¿Cuándo fue la última vez que le dieron divisas a los laboratorios y demás componentes de la cadenas de comercialización de ese sector para importar o producir medicinas?
Si se establecen prioridades cuesta entender como ocurren esas cosas en la actual coyuntura que atraviesa el país. Yo quisiera entender que el retraso en el otorgamiento de divisas es tan severo que lo que se le entregó a las tiendas de ropa es una orden de hace mucho tiempo y que como estaba pendiente la liquidaron, sin embargo, todavía se mantiene la duda ¿y para medicamentos no hay?
Al ver las colas para entrar en las tiendas, me surgió la duda ¿esta es la misma gente que se queja cuando va al supermercado porque la cola es muy larga? De ser así, ¿que permite que hagan una cola para comprar ropa con más gusto que para comprar comida?, más allá de la explicación que surge de los incentivos generados por el tipo de cambio al que fue adquirida esa mercancía, ¿no será que merecemos el gobierno que tenemos? ó las colas para comprar ropas se explican como un espacio para relajamiento ante tanto agobio al que nos somete “esta dictadura que terminará acabando con lo poco que nos queda”. El gobierno hace su trabajo, genera dosis de anestesia para todos los sectores, el cuestionamiento es que estos se dejen anestesiar, ese es el verdadero drama del asunto. Esa ha sido la historia de la clase media con este gobierno y así seguirá siendo mientras haya dinero en este país.

Como comentaba en las redes sociales un grupo de opinión política y económica denominado Caracas Chronicles (@caracaschron): “los subsidios a Zara son una especie de Dakazo II”, la pregunta es ¿será suficiente esta vez?, fíjense que de electrodomésticos a ropa hay una diferencia bastante grande, parecería tener menor impacto. Por lo pronto como este mismo grupo mencionó en sus ideas sobre el tema: “Zara, socialismo o muerte”, pagaremos y compraremos, hasta las rebajas siempre…..

El Caso Giordani

La semana pasada el ex ministro Jorge Giordani hizo pública una carta titulada “Testimonio y responsabilidad ante la historia”, un documento en el que confiesa sus diferencias con la actual administración de gobierno. En un país en el cual debatir y disentir se ha convertido en una extraña práctica, el testimonio de Giordani parece, lamentablemente, algo extraordinario.
Escrito en un tono nada humilde, el documento refuerza lo que muchos venezolanos llevan tiempo pensando: la gestión económica durante la revolución ha sido un completo y absoluto desastre. Realmente la carta no dice nada nuevo, solo lo ratifica y demuestra que el Dr. Giordani es el principal responsable de la puesta en marcha del “modelo económico chavista”, es decir, la critica que el ex ministro hace en esa carta es responsabilidad exclusiva de él, principalmente porque se ha llegado hasta aquí por él. Afirma el autor del documento que su obligación es “rendir cuentas al país” como si con lo expuesto en ese espacio lo hiciera.

Lo que para Giordani es “rendir cuentas al país” no es más que una de las mayores muestras de cinismo y caradurismo en la historia política de nuestra democracia. Para demostrar su inconformidad con las riendas que lleva el gobierno confirma una serie de irregularidades que se realizaron desde el punto de vista económico durante los últimos diez años y por los cuales nadie está pagando su responsabilidad, entre ellos, obviamente, el mismo Giordani. Termina confirmando que hicieron lo que les dio la gana con los recursos del país pero como era con buenas intenciones estaba bien, algo así como: era un desastre pero lo controlábamos, ahora lo sigue siendo pero es incontrolable.

Detenerse en la carta no es tan importante como lo que supone entender el significado del daño que el ex ministro estrella del Comandante Supremo le ha hecho al país. Este es un personaje que después de destruir a conciencia nuestra economía tiene la voluntad de reconocerlo en un documento público sin ningún tipo de problemas y lo hace posiblemente pensando que perjudicará a la gestión de gobierno y resulta que los verdaderos perjudicados en todo este asunto son los venezolanos de sectores medios y desfavorecidos que sufren hoy en carne propia las consecuencias de un modelo basado en el consumo, altamente dependiente del Estado que no tiene otro “mecanismo de transmisión de bienestar” que la distribución de la renta petrolera.

No se trata que el reparto de la renta petrolera lo haya inventado el chavismo, sino que más bien lo exacerbó y el resultado es una economía más dependiente del petróleo con un Estado cada vez más fuerte que hace cada más dependiente de él a los que menos tienen.
Difícilmente exista en nuestra historia democrática un funcionario que le haya hecho tanto daño a la economía como el Dr Jorge Giordani, su visión neolítica del tema económico, es decir, su firme convicción de crear una sociedad socialista nos ha traído hasta aquí a la Venezuela del “poquito porque es bendito” y del “si me llega yo te llamo y te los guardo”. Algo rescatable de Giordani es precisamente eso, su convicción, algo que debe llamarnos a la reflexión porque fíjense a donde se ha llegado por las convicciones de alguien: al más profundo retroceso que país alguno en América Latina haya experimentado en la última década y posiblemente en el mundo.


Se destaca su honestidad, sin embargo, con su testimonio surge la pregunta: si sabía todo eso, ¿por qué no lo denunció antes?, es en realidad Giordani un hombre honesto, ¿solo porque no se forró los bolsillos de plata, lo es?, quiere decir, que por no ser corrupto ¿tenemos que aguantarnos que nos haya lanzado por este barranco? Sinceramente lo ocurrido con el ex ministro Giordani debe llamarnos la atención y hacernos reflexionar, es vital entender su responsabilidad en todo el problema que atravesamos. Por ahora, tiene un sitio seguro en el basurero de la historia de nuestro país, poca gente ha hecho tantos méritos para llegar ahí.

Doblete inflacionario

El Banco Central de Venezuela (BCV) se dignó a publicar los resultados de la inflación para los meses de abril y mayo. Respecto a abril los resultados  salen con un mes y tres días de retraso. Para mayo el retraso es de 3 días. El resultado es un doblete de 5,7% para cada mes con un resultado mayor respecto al mes de abril del año pasado (4,3%) y menor al de mayo (6,1%). La variación acumulada durante 2014 se ubica en 23 % y  en 60,9% para los últimos doce meses.

De las trece categorías que conforman el INPC, tres mostraron una variación mayor al promedio del mes de mayo: alimentos y bebidas no alcohólicas 6,4%, restaurantes y hoteles 6,9% y transporte 10,1%.El resto de agrupaciones presentan variaciones menores al promedio del mes.

Respecto a las ciudades, cinco representan una variación mayor al promedio en el mes de abril y seis respecto al mes de mayo, siendo valencia la ciudad con mayor variación de precios acumulada durante el año: 27,3%. Caracas es la ciudad con menor variación acumulada con 20,7%.

En cuanto a los vecinos de la región se tiene que en Chile la inflación en mayo fue de 0,3% y la anualizada se ubica en 4,7 %. En Colombia fue 0,48 % para mayo, la anualizada es de 2,93% y la acumulada se ubica en 2,48 %. En Ecuador fue -0,04% en mayo, 3,41% la anualizada y 1,79% la acumulada. En Perú fue 0,23 en mayo, 3,56% la anualizada y 2,07% la acumulada.

Los resultados de la inflación no son alentadores, nadie puede estar de acuerdo con lo forma como el gobierno ha tratado el tema inflacionario, se niega a hacerlo de una forma seria y responsable. Tenemos una inflación mayor a 60% en los últimos doce meses y la de alimentos se ubica entre 75 y 76%. En Ecuador por citar un ejemplo la inflación del sector alimentos en los últimos doce meses es 4,31%. Sencillamente lo que estamos viviendo es un desastre y es inocultable. Lamentablemente, nada indica que la inflación irá cediendo. El gobierno hace todo lo posible para que aumente no para que disminuya.


Internacionalmente somos vistos como un país en el que hacen todas las cosas que nunca funcionaron en el siglo XX pero a pesar de eso pretenden que salgan bien, así es imposible salir adelante. El gobierno se metió solito en este desastre y así tendrá que salir (si es que lo hace). A nivel internacional la inflación dejó de ser un problema pero aquí la seguimos padeciéndola por la irresponsabilidad de un gobierno que no tiene la mínima intención de reconocer sus errores y rectificar. Al final de este cuento quien termina pagando los platos rotos son los de menores ingresos porque el poder de compra del salario se ha deteriorando y seguirá ocurriendo hasta que en el gobierno no asuman los costos de su irresponsabilidad. La estrategia de “todo por el poder” está generando sus consecuencias y parecería que el gobierno quiere salir ileso de la situación, ¿lo conseguirá?

¿Hacia dónde vamos?

El país vive días muy difíciles, tanto en lo económico, político y social.  Problemas hay por todas partes y lamentablemente parece que nos estamos acostumbrando a eso. Mientras todo el mundo piensa en lo político (por razones más que obvias), la economía sigue aceleradamente por un precipicio: en términos reales la economía está paralizada. Desde hace meses he advertido que estamos en condiciones muy parecidas a la del paro del año 2002 pero sin estar oficialmente en paro.

Las colas se han convertido en parte de la rutina del venezolano y el racionamiento lenta pero explícitamente invade nuestra actividad comercial. En la actualidad no hay forma ni manera de hacer compras de una manera agradable, lo que para muchos ha sido un tema de distracción (a pesar del problema inflacionario que sufrimos desde hace 35 años) ahora es una fuente de angustia y desesperación.

Mientras tanto el gobierno y la oposición desarrollan sus propias épicas para salir “vencedores” de esta contienda absurda que nos arrastra a todos por igual. Las decisiones económicas no terminan de tomarse y el Sicad es una de las tantas que se deben desarrollar para que nuestro aparato productivo comience a levantarse. Un país sin una economía pujante producto del esfuerzo del trabajo y la tecnología jamás saldrá adelante, lamentablemente, nuestro país es un ejemplo de eso.

Mientras algunos juegan a ser héroes y otros a ser revolucionarios la economía venezolana presenta las mayores distorsiones de su historia. En el continente nos ven con extrañeza porque es muy difícil entender como un país con las mayores reservas petroleras del planeta vive una crisis económica tan severa. En el extranjero comienzan a pensar que los venezolanos no estamos a la altura del compromiso que tenemos, es decir, lo que está pasando no es solo culpa del gobierno por sus políticas económicas erradas sino de la gente que lo adversa por no querer entender la realidad que vivimos como país.

Los problemas económicos que actualmente vivimos son superables y en menos tiempo de lo que podríamos pensar, Venezuela podría recuperar su lugar en el contexto continental, de eso no tengo la menor duda, sin embargo, para eso es necesario cambiar el modelo económico y lamentablemente el gobierno no da muestro de quererlo hacer. Su insistencia en ideas fracasadas nos está llevando por la senda del racionamiento y el empobrecimiento. Con mucho menos de todo lo que se ha gastado en términos sociales durante la revolución se podría tener un verdadero sistema de seguridad social y un sistema de educación básica de primer nivel.


Hasta el año 2012 en términos políticos nos veían mal pero como en términos económicos y sociales  todavía se podría mostrar “algo” la duda quedaba latente. En la actualidad nos ven peor políticamente y como económicamente no hay resultados positivos que mostrar queda en evidencia que la revolución bolivariana es una ficción. En lo económico, estamos entrando lentamente y sin que la gente se dé cuenta en una situación impensable hasta hace poco tiempo, sin embargo, hace poco escuche en televisión a una señora joven afirmando (palabras más, palabras menos) que ella no compraba pollo ni a 90 ni 110, no compraba harina a 30 ni aceite a 40, que ella hacia su cola feliz de la vida y que le parece bien lo que estaba haciendo el gobierno. Esa Venezuela de largas colas es la que tenemos y posiblemente la que se establezca como patrón en el corto plazo si no se toman las decisiones adecuadas.

¿Un nuevo Dakazo?

Como parte de la segunda fase de  la “ofensiva económica” del gobierno volvió a parecer en los medios de comunicación el Mayor General Hebert García Plaza. Con el mismo guión del mes de noviembre, surge como el salvador del pueblo oprimido y humillado por los comerciantes inescrupulosos que especulan y son responsables de la inflación y el desastre económico que vive el país.

La “ofensiva económica” forma parte del juego de cartas con que el gobierno aspira ganarle la partida a la grave situación económica que vive el país. En esta oportunidad la situación es diferente porque respecto a noviembre las cosas han cambiado considerablemente y parecería que tienen menos margen de maniobra para desarrollar una medida efectista como la disminución de precios. Los inventarios respecto a noviembre disminuyeron considerablemente y ante esa realidad, la pregunta es: ¿a que le van a bajar los precios?, basta salir a los centros comerciales para ver la cantidad de tiendas cerradas por falta de mercancía. El gobierno se la jugó con el “dakazo” en noviembre y le salió bien pero ahora no hay ni elecciones, ni productos.

La imagen de un militar hablando de economía jugando a ser todopoderoso es dantesca, refleja el problema en el que estamos metidos y lo equivocado que este gobierno está en el tema económico. Muestra a un gobierno que intenta resolver pero no puede porque sencillamente no tiene argumentos para solventar la difícil situación que vivimos. Las medidas que se están tomando intentan oxigenar al gobierno pero no van al tema de fondo. Hoy el gobierno se maneja por inercia y todo indica que vive día a día porque lamentablemente no está dispuesto a resolver el problema económico como tiene que hacerlo.

Las decisiones que se toman son desordenadas y sin lineamientos, conversando con algunos empresarios sienten que no hay una línea de acción concreta, mucha reunión, muchos planes pero operativamente muchas cosas no funcionan y así es complicado poder avanzar. Al día de hoy, parecería que se dicen cosas para los medios de comunicación pero concretamente es poco lo que se ha avanzado y por otra parte no terminan de integrar las medidas, es decir, los tiempos y los anuncios económicos permiten concluir que lo que están haciendo es aplicar “pañitos calientes” y con eso la situación no mejorará. Cada tres meses veremos nuevos intentos porque los anteriores no funcionaron.

El gobierno sabe en el problema que está metido, los esfuerzos que hace por mejorar la situación no solucionarán el problema porque no van a la raíz del asunto. La ley de precios justos es una entelequia y su “aplicación” tiene cada vez menos espacios porque de seguir así no podrán ni siquiera intentarlo. Los anuncios son desarticulados y no van al problema medular. La inflación y la escasez siguen subiendo y en el corto plazo no cederán. Las empresas en la mayoría de los sectores trabajan con las uñas, aquellos días de Cadivi con el “chorro abierto” ya pasaron y no volverán si el gobierno insiste por la vía que lo hace.


El mayor General García Plaza podrá salir por televisión disminuyendo los precios que crea conveniente y tratando de hacerle creer a la gente que la culpa es de los empresarios y los comerciantes pero la realidad de los hechos se impone. El “dakazo” como estrategia no tiene ningún sentido e irá perdiendo fuerza en la medida que pase el tiempo. La situación es realmente comprometedora y no se resuelve con “pañitos calientes” o corren o se encaraman pero ha llegado la hora de dejar los cálculos de lado y atender realmente la grave crisis económica que vive el país.

¿Aumento general de sueldos?

He leído y oído recientemente de buena parte de la dirigencia opositora y sindical del país la exigencia de un aumento general de sueldos y salarios para paliar la dura situación económica que vive el país. No existe ninguna duda que el poder adquisitivo del salario es cada vez menor y nuestra moneda no vale absolutamente nada, sin embargo, surge la duda si un aumento general de sueldos y salarios aumentará el poder adquisitivo de los venezolanos.
Como propuesta luce muy atractiva, los sindicatos siempre la exigirán y la dirigencia opositora siempre presionará con este tipo de anuncios siempre y cuando crea que en efecto no la aplicarán. Es importante diferenciar la lógica política de la económica, es decir, políticamente puede sonar muy bien y ser sexy pero nada garantiza que económicamente lo sea .Si la oposición lo exige pensando que esa es la solución al problema, estamos peor de lo que pensaba.

La cuenta que sacan los sindicatos y la dirigencia política es muy simple: el aumento tiene que ser mayor a la inflación del último año para así “recuperar el poder adquisitivo de la moneda” y la verdad que eso no es cierto. El mejor ejemplo es la institucionalización de la indexación del salario mínimo que hizo el comandante supremo y eterno durante los últimos 10 años, no ha servido de nada, en efecto, hoy tenemos más inflación y el dinero tiene menor poder de compra.

Si, es cierto que la situación está cada vez peor, el dinero alcanza cada vez para menos pero créanme que la situación no mejorará porque aumenten el sueldo de todos los trabajadores, por el contrario, podría empeorar porque con los niveles de producción que tenemos la inflación seguirá aumentando y la escasez también.

Diferente es que la propuesta se enfoque hacia la productividad de las empresas, por supuesto, parecería una tontería dadas las señales que el gobierno ha enviado, sin embargo, es por ahí que tendría que ir los tiros: un plan de mediano y largo plazo que establezca la vía para mejorar el aparato productivo del país. Es importante señalar que nada de lo anunciado desde el gobierno en la denominada “ofensiva económica” va dirigido en ese sentido y un aumento general de sueldos y salarios es más de lo mismo: pan para hoy y hambre para mañana, no resuelve el problema de fondo que es: el modelo.


Posiblemente muchos pensarán: si el gobierno no da señales de querer cambiar el modelo, algo hay que hacer y por eso se pide el aumento general de sueldos y salarios. Eso es discutible y quiero pensar que la exigencia del aumento salarial es una jugada de la oposición porque sabe que el gobierno no lo aumentará y eso le permitiría posicionarse en ciertos sectores de la población. Sin aumento de la producción y estabilidad de precios no hay aumento salarial que valga. Hay diferentes formas  de presionar al gobierno en el tema económico, el aumento general de sueldos es una, creo que hay otras vías para hacerlo, sin embargo, esta es la que tiene “pegada” y por ahí decidieron irse. Amanecerá y veremos.

A despertarse que ya es tarde

Durante la década de los 80 se puso de moda la frase: “una ilusión de armonía” a propósito de la publicación de un libro del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) titulado “El caso Venezuela: una ilusión de armonía”. Este ya clásico libro fue un intento por desnudar la realidad venezolana en lo económico, lo político y lo social para tratar de demostrar que todo lo ocurrido durante la década de los 70 e incluso antes era insostenible.

Lamentablemente la historia se repite y el título de ese libro se queda corto. Durante la última década nuestro país vivió un boom de ingresos petroleros que le permitió de nuevo al país comerse el cuento de ser un país rico y que tenemos derecho a gozar de subsidios regresivos y cometer excesos típicos de una sociedad como la venezolana. Se creó una burbuja en la que la mayoría creyó que el modelo económico era sostenible. Me refiero a la mayoría porque en los sectores desposeídos los tomaron de una u otra forma en cuenta y mejoraron sus condiciones de vida a través de subsidios que los hacían sentir muy bien. En los sectores medios aplicaron otro tipo de subsidios un poco más sofisticados como el tipo de cambio y las emisiones de bonos para que la gente pudiera obtener divisas para así poder tener ingresos en moneda extranjera, viajar y poder hacer compras. El sector de más altos ingresos se beneficio del mismo subsidio de la clase media pero a mayor escala: seguían teniendo contratos del Estado y se posicionaban para obtener divisas a mayor nivel.

Mientras todo esto ocurría, la gente no se imaginaba que a estas alturas estaríamos en esta situación: el aparato productivo devastado y viviendo del día a día: se necesitan medicamentos, impórtelos. Se necesitan vehículos, tráigalos, se requieren alimentos cómpreselos a cualquier socio de la región, “no importa tenemos capacidad de importar todo lo que se requiera” es la frase clásica de cualquier militar de alto rango que está en la “jugada económica” a cargo de algún ministerio o cualquier empresa del Estado.

El tiempo transcurría, se bebía mucho escocés, se viajaba si ningún problema, se cambiaba de carro con cierta regularidad porque la cosa “estaba buena”, con el cupito de internet se compraba ropita y la traías sin problema. La inflación subía pero la euforia era tal que no importaba porque siempre se podía resolver. Muchos sectores medios jugaban a que el gobierno se prolongará en el poder porque sabían que si las cosas cambian su luna de miel terminaría.

Buena parte de la población adversaba el proyecto político del gobierno, con toda la razón del mundo pero cuando se ponían muy intensos ejecutaban alguna medida que les permitía extraer rentas y con eso los anestesiaban. La situación era verdaderamente particular, todos los sectores de la población formaban parte de la fiesta, unos en mayor medida que otros pero en términos generales había para todos.

Las prioridades de los sectores más favorecidos y de buena parte de la dirigencia política opositora nunca llegaron a alinearse con las verdaderas necesidades y carencias de un país que fue convirtiéndose en un feudo. La erosión institucional permitió que se le entregará el país a un proyecto político, no hubo contrapesos por los mismos errores de la oposición y hoy estamos entrampados en la peor situación que ha vivido el país en los últimos 30 años, si, con caracazo incluido.


A veces  escucho gente quejándose con toda razón de lo que está pasando, sin embargo, todavía hay gente que se preocupa porque tiene miedo a perder la “zona de comodidad” que le hicieron creer se merecía y ahí está parte del verdadero problema. Como sociedad no comprendemos lo complejo que es el problema en el que estamos porque con el control y el subsidio cambiario, la gasolina barata y otras muestras de derroche, esta sociedad se “cadivitizó”. Permítanme decirles que llegó la hora de levantarse del “dulce sueño” porque se acabaron las vacaciones. Mientras más rápido despierten, menor será el dolor.

El desastre institucional

Durante el último trimestre del año pasado el Foro Económico Mundial publicó su acostumbrado reporte de competitividad global que muestra a través de 12 pilares el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país. Estos pilares o variables que miden la competitividad son: instituciones, infraestructura, ambiente macroeconómico, salud y educación primaria, educación superior, eficiencia de mercado, eficiencia del mercado laboral, desarrollo del mercado financiero, adecuación tecnológica, tamaño del mercado, sofisticación en los negocios e innovación.

Respecto al pilar institucional el reporte establece 21 indicadores que permiten analizar la realidad institucional de cada país. En este sentido tenemos que nuestro país sale muy mal parado. En los indicadores de derechos de propiedad, protección de propiedad intelectual, desvío de fondos públicos, independencia judicial, favoritismo en decisiones de funcionarios del gobierno, manejo del gasto público, carga de la regulación gubernamental, eficiencia del marco legal para resolver disputas y cambiar regulaciones y confianza en los servicios policiales nuestro país queda en el último lugar del estudio, el puesto 148. En términos de transparencia de las políticas del gobierno ocupa el penúltimo lugar, Haití es el único país que obtiene peor resultado que Venezuela. En los costos del crimen y la violencia, ocupamos el puesto 146, superando solo a Guatemala y Honduras y respecto al crimen organizado el puesto 145 solo Honduras, El Salvador y Guatemala obtiene peores resultados que nuestro país.

Existe suficiente evidencia empírica que demuestra la importancia de las instituciones para el desempeño de la economía y de una democracia saludable. Sin una estructura institucional que funcione no se puede progresar ni económica, no política ni socialmente. Los avances que puedan lograrse se diluyen en el mediano plazo, tal como está ocurriendo en nuestro país. No es un capricho, es un requisito para poder avanzar y lograr ser un país de verdad, no un Estado fallido.

Las cosas que ocurren en nuestro país desde hace mucho tiempo tienen una causa común: la debilidad institucional. La falta de independencia del poder judicial no es algo que haya surgido hace 15 años, el desvío de los fondos públicos tampoco. Lo preocupante es que con el paso del tiempo en lugar de haber desaparecido estas deficiencias han aumentado y eso actualmente en nuestro país es inocultable.

Venezuela vive un grave problema económico de eso no hay duda pero lo que está detrás de eso es una lamentable tragedia institucional que ha ido profundizándose en los últimos 35 años y eso como ciudadanos tiene que preocuparnos porque los cambios institucionales son mucho más complejos de lograr que los económicos y si queremos entender la magnitud del berenjenal en el que estamos metidos: sin un cambio institucional profundo y real no será posible un cambio económico de fondo. El petróleo podrá subir, los subsidios podrán seguir pero si no hay cambios institucionales de fondo siempre estaremos sufriendo como lo hacemos hoy.


Nuestro país vive una crisis económica y política pero sobre todo institucional y esto incide en cada una de las esferas de la vida nacional. Mejorar esta situación no es imposible pero sin duda muy complejo porque para eso hace falta voluntad política y lo que está en juego en una verdadera reforma institucional no es cualquier cosa: el dominio de la renta petrolera que te permite dominar el poder político y todo lo que eso implica por eso nuestra situación no es sencilla. 

Democratización de la escasez

Hace unas semanas conversaba con la profesora - compañera de trabajo María Isabel Puerta y mencionó una frase que me parece muy pertinente para reflexionar en estos días: democratización de la escasez. Se refería la Dra. Puerta a lo común que es ver a la gente haciendo cola para adquirir cualquier bien o servicio. En una estación de servicio había cola para echar gasolina y en el centro comercial de al lado de la bomba, la cola era para entrar a un supermercado de la red pública de expendio de alimentos, comentaba que la cola le daba la vuelta al centro comercial.

La escasez se ha convirtió, lamentablemente, en algo cotidiano. Parecería ser la norma y no la excepción. En este sentido, la “cola” se erige como la expresión más genuina y elaborada del modelo económico del actual gobierno. Detrás de las regulaciones que el gobierno impone, surge la cola como elemento común y palpable de lo que significa “tener patria”. Desde los certificados de no producción para las empresas hasta la compra en el supermercado, pasando por la venta de electrodomésticas y vehículos, la “cola” se asume como un costo inevitable. Si se trata de un permiso para poder operar legalmente, se habla de “ ¿y en cuanto sale eso?” y si es de la compra diaría de cualquier bien se pregunta “¿está muy larga la cola?”, “¿hay mucha cola?”, expresiones para referirse al tiempo que se pierde para comprar un bien hay muchas, cada quien usa la suya, lo importante es que el tema está siempre presente, para lo que sea, de no ser así, no seríamos la “Venezuela bolivariana del siglo XXI”

Económicamente, la noción de “cola” supone dos cosas: un costo adicional al precio de los bienes, medido en tiempo y que forma parte del costo de oportunidad de hacer esa compra, es decir, si no tienes tiempo no compras en determinado establecimiento porque la “cola” es muy larga. Por otra parte, indica que mucha gente que hace inmensas colas para comprar tiene el tiempo disponible para hacerlo, es decir, no implica un costo de oportunidad pasar mucho tiempo en una “cola”, sin embargo, así lo hagas después de llegar al trabajo, se estaría sacrificando tiempo que es valioso para otro tipo de actividades que podrían ser muchos más productivas como por ejemplo la educación de los hijos, compartir en familia o hacer ejercicios.

La escasez se ha apoderado de la rutina del venezolano y su mejor expresión es la “cola”, ya no solo basta con el tráfico diario, los semáforos y el exceso de vehículos (o la falta de infraestructura vial, eso se lo dejo a ustedes) sino que adicionalmente hay que lidiar con la nueva “forma organizacional” para comprar alimentos y cualquier otro bien.
La escasez que vive nuestro país hoy es sencillamente indefendible no hay forma ni manera que la gente esté de acuerdo con eso. Los casos de las largas colas para comprar bienes regulados en la red pública de alimentos y el dakazo son excepciones de esa oscura miseria que los venezolanos demuestran cuando le dan los incentivos para hacerlo, del resto, es injustificable y mucho menos razonable como se vive hoy en Venezuela.


En este sentido, la “democratización de la escasez” planteada por la profesora Puerta tiene unas implicaciones demasiado importantes como para dejarla pasar por debajo de la mesa. Se trata de una visión económica y social que poco a poco se expande y que no sabemos si se impondrá o por el contrario la fuerza de los hechos sea la que termine de hacerle entender a este nefasto gobierno que esa no es la vía y que existen mecanismos más eficientes para garantizar el modelo de extracción de rentas que ha prevalecido en el país durante toda nuestra vida democrática. La “democratización de la escasez” vía colas y listas de espera es el más claro símbolo de primitivismo económico y social que país alguno puede presentar, esa es la Venezuela que tenemos, lamentablemente el gobierno se niega entrar al siglo XXI. Ya pasó con Juan Vicente Gómez, ¿pasará lo mismo con la revolución?, eso está por verse.

¿Encrucijada o plan?

Los días pasan y el gobierno sigue corriendo la arruga. Los cambios en materia económica no se materializan, se habla, y se habla, se hacen cadenas de radio y televisión pero no se concreta en lo medular. Las regulaciones y los subsidios (control cambiario incluido en ambas categorias)  siguen intactos, llámelo como quiera pero ahí están.

La inflación sigue su rumbo y la escasez hace estragos. Respecto a las regulaciones de precios las flexibilizan de una forma muy particular: permiten los aumentos de precios pero no los publican en la gaceta oficial, lo cual no termina de ser completamente legal y al ser así no todos los sectores se suman a la medida, no sea que después sean protagonistas de la “guerra económica”.

Con las aerolíneas llegaron a un acuerdo que no convence a nadie, sin embargo, accedieron porque es mejor recoger algo que quedarse sin nada. La verdad es que increíblemente el gobierno no tiene como pagarle a las líneas aéreas. Los “repuesteros” exigen condiciones transparentes para seguir trabajando, no se calan que los estén llamando usureros y especuladores mientras los responsables del desastre siguen sin asumir la responsabilidad.
A la Superintendente de precios la cambiaron de puesto mientras el personal de la Superintendencia de Costos y Precios (SUNDECOP) sale a la calle para hacerle la tarea al Presidente ¿Maduro? de bajar los precios y salen por televisión mostrando como los comerciantes son los verdaderos culpables de la situación económica.

Las encuestas señalan que la situación en términos generales es mala, en lo económico un verdadero desastre, tienen una papa caliente en las manos, saben lo que tienen que hacer pero todo indica que no se atreven. Miden los tiempos, revisan encuestas, hacen frente a la división interna que les consume más tiempo del necesario y parecería que las cosas cambian para que todo siga igual. Cada anuncio es una frustración para los sectores involucrados porque no cubre las expectativas, sienten que se reúnen y todo sigue igual. En el mejor de los casos, si hay algún cambio que puede ser visto como favorable, perciben que no arranca porque no hay una línea clara dentro del gobierno que la ejecute.
Comienza el mundial, una buena oportunidad para avanzar en los ajustes que hacen falta, la gente se dará cuenta dentro de un mes cuando finalice el torneo y todo vuelva a la normalidad. Este es el momento perfecto para el aumento de la gasolina y los servicios públicos, algo igual o más necesario para la economía que el aumento de los pasajes aéreos aunque la clase media se queje más por esto que por lo primero.

Antes de comenzar las guarimbas el Ministro Ramírez afirmó que tenían el “piso político” para hacer los ajustes necesarios en lo económico, algo que yo compartí plenamente, sin embargo, todavía no lo hacen. La situación se agrava por la inacción del gobierno en la toma de decisiones y mientras más tarden peor será para todos. En términos electorales, el último trimestre del año no sería la mejor fecha para hacer lo que se requiere.


La situación es compleja en todos los sentidos, el gobierno sabe que necesita tomar decisiones pero lo piensa, algo que realmente me sorprende. Aplazar la toma de decisiones significa seguir con la agonía y no hacer nada es el peor escenario porque compromete más la situación económica de la gente. Debemos tener claro que no hay nada como un almuerzo gratis y que mientras más se tarden peor será. El daño ya está hecho: la economía y la popularidad del gobierno en el piso. ¿Será entonces que se atreven en este mes del mundial de futbol a anunciar medidas realmente importantes para la economía o esperarán el “repunte en las encuestas” para hacerlo?  y ¿si ese escenario no llega? La evidencia indica que las medidas duras no se toman antes de las elecciones y para el último trimestre del año ya es tarde, entonces, ¿está el gobierno en una encrucijada o tiene todo bajo control?

Libertad económica en Venezuela

En enero de este año la fundación Heritage y el Wall Street Journal publicaron la vigésima edición del índice de libertad económica. Un indicador que establece diez libertades económicas: derechos de propiedad, libertad frente a la corrupción, libertad fiscal, gasto público, libertad empresarial, libertad laboral, libertad monetaria, libertad comercial, libertad de inversión y libertad financiera. Adicionalmente, estos diez sub índices se dividen en cuatro grupos: estado de derecho, tamaño del gobierno, eficacia reguladora y apertura de los mercados. El índice se mide del 1 al 100 y mientras más alto sea el puntaje, mayor libertad económica presenta esa economía.
De acuerdo al resultado, las economías se pueden clasificar como libres (80-100 puntos), mayormente libres (70-79,9 puntos), moderadamente libres (60-69,9 puntos), mayormente controladas (50-59,9 puntos) y reprimidas (0- 49,9 puntos). Los resultados del último informe muestran que Hong Kong es la economía más libre con 90,1 puntos y Corea del Norte la más reprimida con 1 punto. Además de Hong Kong cinco economías se clasifican como libres: Singapur, Australia, Suiza, Nueva Zelanda y Canadá. Por otra parte, 28 economías son consideradas “mayormente libres” 56 “moderadamente libres”, 61 “mayormente controladas” y 27 “reprimidas”. En la zona de América del Sur, Centroamérica y el Caribe 29 países forman parte del estudio. Chile obtiene el mejor resultado con 79 puntos y Cuba el peor con 28,5 puntos.
Nuestro país ocupó el puesto 175 entre las 178 economías de las cuales se pudo obtener información y el penúltimo lugar en la región. En la clasificación general 3 países obtienen peores resultados que Venezuela: Zimbabue, puesto 176  con 35,5 puntos, Cuba en el puesto 117 con 28,7 puntos y Corea del Norte. Nuestra calificación es 36,3 puntos. Los socios “comerciales e ideológicos” del ALBA obtienen mejores resultados que nuestro país. Ante este resultado, surge la pregunta: ¿qué pasa con nuestra economía?, ¿por qué países afines en lo ideológico presentan mayores libertades económicas? ¿está nuestro gobierno sobreestimando el petróleo?
Los resultados demuestran que respecto al año pasado, de los 10 sub índices medidos, Venezuela mejoró la calificación en 3, disminuyó en 4 y obtuvo la misma calificación en el resto. En los 20 años de medición del índice nuestro país ha disminuido su calificación  en 23, 5 puntos, la peor disminución de todos los países que forman parte del estudio.
La libertad económica no es un objetivo, es un medio para alcanzar un fin que es vivir mejor. Siempre será discutible si la libertad económica a secas es sinónimo de calidad de vida, lo que sí sabemos es que los países con mayores libertades económicas poseen ingresos per cápita mayores y que en cualquier país con mayores libertades económicas, sin necesariamente catalogarse como “libre” se vive mejor que en la Venezuela actual, de eso, no tengan la menor duda. La economía venezolana ha sido por lo general “mayormente controlada”. Históricamente la dirigencia política de nuestro país ha creído que por el tema petrolero eso tiene que ser así, en lugar de realizar cambios favorables y generar mayores libertades económicas, surgió esa nueva casta política denominada “chavismo” y convirtió a la economía venezolana en “reprimida”, los resultados están a la vista, lo demás es gamelote y propaganda.

¿Tarjeta de Abastecimiento?

Recientemente se presentó oficialmente el sistema de abastecimiento seguro de alimentos que tiene como principal figura la “tarjeta de abastecimiento seguro” para realizar compras en la red pública que venden alimentos: Mercal, Pdval y abastos Bicentenario. A partir del primero de abril comienza el registro biométrico que no es más que el levantamiento de una base de datos de afiliados a dicho programa basado en la huella dactilar de cada usuario.
De entrada el nombre del programa genera suspicacia porque al reforzar la idea de abastecimiento seguro da la sensación que en este momento no lo es, es decir, el gobierno con esa frase reconoce que hay fallas en el abastecimiento de alimentos en la red pública y su solución al problema es racionar la venta de productos. Durante la presentación del sistema el ministro de alimentación Félix Osorio utilizó eufemismos para tratar de ocultar lo que es obvio.
En principio presentarán la tarjeta de abastecimiento seguro como un programa de fidelidad a las tiendas de la red pública. Estos programas son muy conocidos internacionalmente y en el país se aplican en varias tiendas del sector alimentos y farmacia. La idea es que al afiliarse al programa el beneficiario reciba descuentos y participe en diferentes rifas que el gobierno en su momento anunciaría. Si no desea afiliarse podrá comprar pero no recibirá los beneficios de estar asociado a la tarjeta de abastecimiento (generalmente son descuentos en los productos), en este caso y dado que los productos de la red pública de alimentos están subsidiados, lo lógico es que de no tener la tarjeta la gente compre pero no pueda participar en las rifas que promocionarán.
Hasta aquí todo suena muy bonito (excepto el tema de los subsidios) pero como en economía los almuerzos gratis no existen, es importante entender que podría estar detrás de este mecanismo. El argumento del gobierno para la tarjeta de abastecimiento seguro es el contrabando de alimentos porque la “comida se ha convertido en mercancía”. Lo que en el gobierno saben y no reconocen públicamente es que los responsables de esa situación son ellos mismos por el absurdo control de precios que insisten en mantener. Ante esta situación y el desabastecimiento existente no les queda más que racionar o que es lo mismo “abastecer de forma segura”.
El Ministro Osorio afirmó -palabras más, palabras menos- que no es normal que una persona compre comida todos los días. De eso se concluye que si usted compra pollo hoy, no podrá comprar nuevamente hasta que le corresponda. Esto quiere decir que se debe tener una planificación exacta de lo que usted consumirá en la semana. Todavía queda la duda si el sistema funcionará con terminales de cédula para comprar, si es así, todo quedaría al azar porque si el día que a usted le corresponde comprar no hay pollo y este llega tres días después, usted tendrá que esperar al día de la semana siguiente que le toca comprar para ver si queda pollo y puede comprarlo. Si por el contrario, no es por número de cédula y usted puede ir a comprar cuando crea conveniente muy probablemente le apliquen una cuota por producto y eso no tiene otro nombre que racionamiento.
El gobierno a través de este programa reconoce (implícitamente) el problema con el abastecimiento de alimentos y también confirma que los seguirá teniendo en el mediano plazo. Para ellos la solución es seguir importando y regulando precios pero para eso, ahora, están obligados a racionar porque las regulaciones son cada vez más difíciles de sostener. Un ejemplo de esto es el aumento de varios de los productos de la canasta de bienes regulados, eso sí, no lo dicen muy duro ni hacen un acto para eso. La fiesta populista debe continuar pero ahora sin mucho lujo, los mejores tiempos parecen haber pasado y ahora solo queda “vivir del apellido” que en este caso no es más que la propaganda oficial. Todo esto genera la duda si la tarjeta está pensada solo para el sector público, en definitiva, si ¿llegó para quedarse?

¿Hacia dónde vamos?

El país vive días muy difíciles, tanto en lo económico, político y social.  Problemas hay por todas partes y lamentablemente parece que nos estamos acostumbrando a eso. Mientras todo el mundo piensa en lo político (por razones más que obvias), la economía sigue aceleradamente por un precipicio: en términos reales la economía está paralizada. Desde hace meses he advertido que estamos en condiciones muy parecidas a la del paro del año 2002 pero sin estar oficialmente en paro.
Las colas se han convertido en parte de la rutina del venezolano y el racionamiento lenta pero explícitamente invade nuestra actividad comercial. En la actualidad no hay forma ni manera de hacer compras de una manera agradable, lo que para muchos ha sido un tema de distracción (a pesar del problema inflacionario que sufrimos desde hace 35 años) ahora es una fuente de angustia y desesperación.
Mientras tanto el gobierno y la oposición desarrollan sus propias épicas para salir “vencedores” de esta contienda absurda que nos arrastra a todos por igual. Las decisiones económicas no terminan de tomarse y el Sicad es una de las tantas que se deben desarrollar para que nuestro aparato productivo comience a levantarse. Un país sin una economía pujante producto del esfuerzo del trabajo y la tecnología jamás saldrá adelante, lamentablemente, nuestro país es un ejemplo de eso.
Mientras algunos juegan a ser héroes y otros a ser revolucionarios la economía venezolana presenta las mayores distorsiones de su historia. En el continente nos ven con extrañeza porque es muy difícil entender como un país con las mayores reservas petroleras del planeta vive una crisis económica tan severa. En el extranjero comienzan a pensar que los venezolanos no estamos a la altura del compromiso que tenemos, es decir, lo que está pasando no es solo culpa del gobierno por sus políticas económicas erradas sino de la gente que lo adversa por no querer entender la realidad que vivimos como país.
Los problemas económicos que actualmente vivimos son superables y en menos tiempo de lo que podríamos pensar, Venezuela podría recuperar su lugar en el contexto continental, de eso no tengo la menor duda, sin embargo, para eso es necesario cambiar el modelo económico y lamentablemente el gobierno no da muestro de quererlo hacer. Su insistencia en ideas fracasadas nos está llevando por la senda del racionamiento y el empobrecimiento. Con mucho menos de todo lo que se ha gastado en términos sociales durante la revolución se podría tener un verdadero sistema de seguridad social y un sistema de educación básica de primer nivel.

Hasta el año 2012 en términos políticos nos veían mal pero como en términos económicos y sociales  todavía se podría mostrar “algo” la duda quedaba latente. En la actualidad nos ven peor políticamente y como económicamente no hay resultados positivos que mostrar queda en evidencia que la revolución bolivariana es una ficción. En lo económico, estamos entrando lentamente y sin que la gente se dé cuenta en una situación impensable hasta hace poco tiempo, sin embargo, la semana pasada escuche en televisión a una señora joven afirmando (palabras más, palabras menos) que ella no compraba pollo ni a 90 ni 110, no compraba harina a 30 ni aceite a 40, que ella hacia su cola feliz de la vida y que le parece bien lo que estaba haciendo el gobierno. Esa Venezuela de largas colas es la que tenemos y posiblemente la que se establezca como patrón en el corto plazo si no se toman las decisiones adecuadas.