Mi artículo del 1ro de agosto en el diario Notitarde:
La semana pasada, Heinz Dieterich, ex asesor del Comandante Presidente fustigó la Ley de Costos y Precios Justos, considerando que: “Las alucinaciones de la mente humana son generalmente asuntos de psiquiatras o negocios de teólogos; pero la nueva “Ley de Costos y Precios Justos” demuestra que en Venezuela forman parte de la cartera del gabinete económico”.
La noción del precio justo data de la doctrina económica escolástica y la obra de Santo Tomás de Aquino (entre muchos otros) aproximadamente hacia el año 1273 y hoy en día todavía no queda claro que quisieron decir con exactitud los escolásticos respecto al significado del precio justo. Existen al menos tres (3) interpretaciones sobre la noción de precio justo y la más difundida es, que si, existe algo parecido eso es el precio de mercado prevaleciente.
Consideraciones y enfoques aparte, lo que queda completamente claro es que la sociedad y la dinámica económica han avanzado mucho desde 1273 como para que se intente imponer algo denominado “precios justos”. La principal pregunta que surge es ¿qué es y cómo se forma un “precio justo”?, luego, ¿es justo con respecto a qué? En este sentido, valdría la pena preguntar: es el precio del petróleo ¿justo? Desde el gobierno dirán: en efecto, un precio de 100$ el barril es justo para nosotros. Ok y para los compradores, ¿también sería justo?. Vamos un poquito más allá: ¿Qué pensarían en el gobierno venezolano, si intentan aplicar el principio de la Ley de Costos y Precios Justos al mercado petrolero internacional? En el gobierno se contradicen con su supuesta “doctrina económica”.
La economía es una sola y es allí donde se forman los precios, no existe algo como una economía socialista, un comercio socialista y mucho menos un precio justo. A lo sumo podría darse un “buen precio” y eso es algo relativo, inherente a la percepción individual. Teórica y empíricamente se ha demostrado hasta el cansancio que el precio más bajo del mercado proviene de estructuras competitivas, por lo tanto, si desean que los precios bajen, están obligados a fomentar la competencia, tan sencillo como eso. Los costos asociados a la búsqueda de información y toda la burocracia que eso supone son generalmente mayores a los de la utilización del mercado, es por esta razón que el mercado se convierte en un mejor mecanismo de formación de precios que las “mesas de trabajo” que proponen desde el gobierno.
Al gobierno se le podría convertir la ley en un bumerán porque muchos empresarios podrán demostrar fácilmente que sus costos son mayores a los precios regulados y allí vienen las preguntas de las cuarenta mil lochas: ¿qué harán desde el gobierno?, es el precio regulado de determinado producto ¿justo?.
El reto para el gobierno es aplicar la noción de precio justo, es decir, avanzar en la operacionalización de la norma, convencido estoy que morirán en el intento como muchas otras veces. Una cosa es regular y hacerlo bien; otra muy distinta es buscar en la caja de herramientas económicas y sacar una llave de la peor marca que hay en el mercado, que además está oxidada porque tiene siglos metida allí y nadie la ha usado.
Respecto a la crítica de Dieterich, no plantea nada novedoso, lo realmente importante es que proviene de un ex asesor del gobierno que no se caracteriza precisamente por fomentar las ideas del libre mercado. Si hasta Dieterich está en contra de la ley es porque algo no anda bien, como escribió en su artículo: “la Escuela de Teología Económica Bolivariana (ETEB) se había apoderado del Palacio de Miraflores”. Así como desde el gobierno afirman que es imposible estar a favor de la especulación, los empresarios y mucha gente dirá que es imposible estar de acuerdo con la Ley de Costos y Precios porque, si, en efecto existe especulación, con esta ley no se acabará, eso lo pueden afirmar sin ningún temor ni complejo. La fatal arrogancia que acuñó F. A Von Hayek ronda hoy más que nunca suelo venezolano.
La noción del precio justo data de la doctrina económica escolástica y la obra de Santo Tomás de Aquino (entre muchos otros) aproximadamente hacia el año 1273 y hoy en día todavía no queda claro que quisieron decir con exactitud los escolásticos respecto al significado del precio justo. Existen al menos tres (3) interpretaciones sobre la noción de precio justo y la más difundida es, que si, existe algo parecido eso es el precio de mercado prevaleciente.
Consideraciones y enfoques aparte, lo que queda completamente claro es que la sociedad y la dinámica económica han avanzado mucho desde 1273 como para que se intente imponer algo denominado “precios justos”. La principal pregunta que surge es ¿qué es y cómo se forma un “precio justo”?, luego, ¿es justo con respecto a qué? En este sentido, valdría la pena preguntar: es el precio del petróleo ¿justo? Desde el gobierno dirán: en efecto, un precio de 100$ el barril es justo para nosotros. Ok y para los compradores, ¿también sería justo?. Vamos un poquito más allá: ¿Qué pensarían en el gobierno venezolano, si intentan aplicar el principio de la Ley de Costos y Precios Justos al mercado petrolero internacional? En el gobierno se contradicen con su supuesta “doctrina económica”.
La economía es una sola y es allí donde se forman los precios, no existe algo como una economía socialista, un comercio socialista y mucho menos un precio justo. A lo sumo podría darse un “buen precio” y eso es algo relativo, inherente a la percepción individual. Teórica y empíricamente se ha demostrado hasta el cansancio que el precio más bajo del mercado proviene de estructuras competitivas, por lo tanto, si desean que los precios bajen, están obligados a fomentar la competencia, tan sencillo como eso. Los costos asociados a la búsqueda de información y toda la burocracia que eso supone son generalmente mayores a los de la utilización del mercado, es por esta razón que el mercado se convierte en un mejor mecanismo de formación de precios que las “mesas de trabajo” que proponen desde el gobierno.
Al gobierno se le podría convertir la ley en un bumerán porque muchos empresarios podrán demostrar fácilmente que sus costos son mayores a los precios regulados y allí vienen las preguntas de las cuarenta mil lochas: ¿qué harán desde el gobierno?, es el precio regulado de determinado producto ¿justo?.
El reto para el gobierno es aplicar la noción de precio justo, es decir, avanzar en la operacionalización de la norma, convencido estoy que morirán en el intento como muchas otras veces. Una cosa es regular y hacerlo bien; otra muy distinta es buscar en la caja de herramientas económicas y sacar una llave de la peor marca que hay en el mercado, que además está oxidada porque tiene siglos metida allí y nadie la ha usado.
Respecto a la crítica de Dieterich, no plantea nada novedoso, lo realmente importante es que proviene de un ex asesor del gobierno que no se caracteriza precisamente por fomentar las ideas del libre mercado. Si hasta Dieterich está en contra de la ley es porque algo no anda bien, como escribió en su artículo: “la Escuela de Teología Económica Bolivariana (ETEB) se había apoderado del Palacio de Miraflores”. Así como desde el gobierno afirman que es imposible estar a favor de la especulación, los empresarios y mucha gente dirá que es imposible estar de acuerdo con la Ley de Costos y Precios porque, si, en efecto existe especulación, con esta ley no se acabará, eso lo pueden afirmar sin ningún temor ni complejo. La fatal arrogancia que acuñó F. A Von Hayek ronda hoy más que nunca suelo venezolano.
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