Durante la década de los 80
se puso de moda la frase: “una ilusión de
armonía” a propósito de la publicación de un libro del Instituto de
Estudios Superiores de Administración (IESA) titulado “El caso Venezuela: una
ilusión de armonía”. Este ya clásico libro fue un intento por desnudar la
realidad venezolana en lo económico, lo político y lo social para tratar de
demostrar que todo lo ocurrido durante la década de los 70 e incluso antes era
insostenible.
Lamentablemente la historia
se repite y el título de ese libro se queda corto. Durante la última década
nuestro país vivió un boom de ingresos petroleros que le permitió de nuevo al
país comerse el cuento de ser un país rico y que tenemos derecho a gozar de
subsidios regresivos y cometer excesos típicos de una sociedad como la
venezolana. Se creó una burbuja en la que la mayoría creyó que el modelo
económico era sostenible. Me refiero a la mayoría porque en los sectores
desposeídos los tomaron de una u otra forma en cuenta y mejoraron sus
condiciones de vida a través de subsidios que los hacían sentir muy bien. En
los sectores medios aplicaron otro tipo de subsidios un poco más sofisticados
como el tipo de cambio y las emisiones de bonos para que la gente pudiera
obtener divisas para así poder tener ingresos en moneda extranjera, viajar y
poder hacer compras. El sector de más altos ingresos se beneficio del mismo
subsidio de la clase media pero a mayor escala: seguían teniendo contratos del
Estado y se posicionaban para obtener divisas a mayor nivel.
Mientras todo esto ocurría,
la gente no se imaginaba que a estas alturas estaríamos en esta situación: el
aparato productivo devastado y viviendo del día a día: se necesitan
medicamentos, impórtelos. Se necesitan vehículos, tráigalos, se requieren
alimentos cómpreselos a cualquier socio de la región, “no importa tenemos capacidad de importar todo lo que se requiera”
es la frase clásica de cualquier militar de alto rango que está en la “jugada económica” a cargo de algún
ministerio o cualquier empresa del Estado.
El tiempo transcurría, se
bebía mucho escocés, se viajaba si ningún problema, se cambiaba de carro con
cierta regularidad porque la cosa “estaba
buena”, con el cupito de internet se compraba ropita y la traías sin
problema. La inflación subía pero la euforia era tal que no importaba porque
siempre se podía resolver. Muchos sectores medios jugaban a que el gobierno se
prolongará en el poder porque sabían que si las cosas cambian su luna de miel
terminaría.
Buena parte de la población
adversaba el proyecto político del gobierno, con toda la razón del mundo pero
cuando se ponían muy intensos ejecutaban alguna medida que les permitía extraer
rentas y con eso los anestesiaban. La situación era verdaderamente particular,
todos los sectores de la población formaban parte de la fiesta, unos en mayor
medida que otros pero en términos generales había para todos.
Las prioridades de los
sectores más favorecidos y de buena parte de la dirigencia política opositora nunca
llegaron a alinearse con las verdaderas necesidades y carencias de un país que
fue convirtiéndose en un feudo. La erosión institucional permitió que se le
entregará el país a un proyecto político, no hubo contrapesos por los mismos
errores de la oposición y hoy estamos entrampados en la peor situación que ha
vivido el país en los últimos 30 años, si, con caracazo incluido.
A veces escucho gente quejándose con toda razón de lo
que está pasando, sin embargo, todavía hay gente que se preocupa porque tiene
miedo a perder la “zona de comodidad” que
le hicieron creer se merecía y ahí está parte del verdadero problema. Como
sociedad no comprendemos lo complejo que es el problema en el que estamos
porque con el control y el subsidio cambiario, la gasolina barata y otras
muestras de derroche, esta sociedad se “cadivitizó”.
Permítanme decirles que llegó la hora de levantarse del “dulce sueño” porque se acabaron las vacaciones. Mientras más rápido
despierten, menor será el dolor.
0 comentarios:
Publicar un comentario